No se trata de hacer leña del árbol caído. Las evidencias indican que el Partido Revolucionario Dominicano ha entrado en la etapa más crítica de toda su historia. Su presente marca claramente el agotamiento de una vinculación muy estrecha que mantuvo con una parte decisiva de la población dominicana.
El deterioro de la credibilidad del PRD, fue el resultado de su ineficacia como estructura política para producir avances en la sociedad dominicana, así como también fruto de un comportamiento partidario irracional y devorador de su capital institucional.
Fue un proyecto que alcanzó la potencia y la representación de las fuerzas sociales necesarias para sembrar el germen de una nueva nación, pero llevado al fracaso por las irresponsabilidades, incompetencias y apetencias desenfrenadas de grupos e individuos, unos por comisión, otros por permisión.
Durante un cuarto de siglo el PRD fue el partido beneficiario de las emociones y esperanzas de los dominicanos que se sentían privados de la libertad de tránsito y de opinión, así como del derecho a educación y mejores niveles materiales de vida.
Las amplias expectativas que generaron sus proclamas y sus ofertas de erradicar ese estado de cosa, jugaron un importante papel en la conformación de las memorias y sentimientos de quienes lo padecían.
Tanto fue así, que generó una mentalidad perredeísta que condicionó la percepción y la interpretación de los fenómenos sociales y que efectivamente endureció la preferencia electoral por el Partido Revolucionario Dominicano.
Durante el tiempo que tuvo efecto esa predisposición mental, hizo posible una identidad que parecía indisoluble, entre el significado de esos procesos histórico de lucha y el significado de las siglas PRD. Es decir, el PRD llegó a concebirse como el instrumento adecuado para que los dominicanos conquistaran espacios de libertad y bienestar a los que tenían y tienen derecho.
Pero al propio tiempo, esa conexión se constituyó para el PRD en la causa de su fracaso, debido a que generó una confianza intrapartidaria que fue creída como inalterable.
Esta sintonía, partido-masa, llevó a los dirigentes de esa organización a desarrollar un pensamiento estático y lineal que los despreocupó por conocer y anticiparse a los cambios y tendencias de la sociedad dominicana y de cómo ésta era y continúa siendo influida por la dinámica de un entorno internacional cada vez más cosmopolita.
De manera que el PRD se descuidó de la capacitación de sus miembros, situación que le impidió monitorear el momento en que el carácter político de las demandas populares adquirió contenido económico.
Desprevenidos en ese sentido, ignoraron que mientras una fracción de su universo electoral, acostumbrado, ritualizado, adocenado e identificado emocionalmente con esa parcela política, fue adquiriendo un peso electoral relativamente descreciente, en otro segmento se debilitaba esa vinculación como resultado de los negativos efectos económicos de sus gobiernos.
Vemos entonces que esta debilidad partidaria para conocer y conocerse, fortalecida por las irracionales luchas intrapartidarias, han conducidos al PRD a su achicamiento electoral e institucional. Su desaparición podría suspenderse sólo si el PLD, la nueva fuerza política dominante, es conducida por sus dirigentes a equipararlo en comportamientos y resultados.