Santo Domingo.-No sólo por que haya elecciones para elegir legisladores y autoridades municipales, sino por los intereses que hay en juego.
El más peligroso, a mi entender, es la apuesta o el desafío que se han hecho el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) de disminuirse uno a otro en esos comicios, a celebrase el 16 de mayo.
El PLD quiere extender al Congreso aquella consigna mágica de “E pa´ fuera que van” y ha prometido arrasar con el PRD bajo el prometido compromiso de que siga el “progreso”.
Como se sabe el PRD, advertido de la intención oficialista, ha reaccionado buscando a un aliado fuerte que impida la barrida y ha estado entregando en negociaciones lo que entienden podría perder en las urnas.
De modo que esa lucha, cuerpo a cuerpo, se viene dando entre ambos partidos desde hace rato.
La lucha por conquistar de aliado al Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) es un ejemplo. La ganó el PRD y el pánico cundió en la esfera oficial que no se repone del impacto.
En la discusión de la Reforma Fiscal se pudieron apreciar los “empujones” que se daban ambos bandos, reforma que finalmente fue aprobada y que entra en vigencia en medio de la resaca de año nuevo.
Uno entiende los “empujones” en la lucha política, pero debe preocupar que de ahí ambos partidos estén pasando a los “puñetazos”.
Puñetazos y no otra cosa es que el Gobierno le negara un préstamo a la Liga Municipal Dominicana, dirigida por Amable Aristy Castro, artífice de que el PRSC se alíe con el PRD. Con ese dinero los ayuntamientos pagarían el sueldo 13 a sus empleados.
Mientras negaba el préstamo a los cabildos, el Gobierno entregaba recursos a los gobernadores para que compitan con las autoridades municipales.
Puñetazo es excluir las ONGS de los perredeístas y reformistas del Presupuesto General y Ley de Gastos Públicos de la Nación, e incluir las de personeros del oficialismo y allegados.
Puñetazo es reducir el presupuesto de la Junta Central Electoral (JCE), cuando se sabe que ésta tiene la responsabilidad de organizar de la mejor manera los comicios de este año.
Puñetazo es decir, como ha declarado el PRD, que no se va a aprobar ni un centavo para el Metro de Santo Domingo, iniciado de forma irregular por Diandino Peña. Ya el Ayuntamiento Santo Domingo Norte, controlado por el PRD, lo aprobó, entonces ¿para qué detener esa obra?
Y fíjese, son puñetazos de Estado. O sea, se utilizan las instancias del Estado para asestar “puñetazos” al adversario. Y uno no sabe cuantas diabluras se les podría ocurrir a esta gente de aquí al 16 de mayo de este año.
Recuerde que el secretario de Interior y Policía, presidente ex oficio de la Liga Municipal Dominicana, en nada le importaba este organismo, pero al conocerse la alianza del PRSC con el PRD, y que Aristy Castro fue hombre clave, salió diciendo que le entraría a ese organismo municipal. Si el anuncio hubiese favorecido al PLD esté seguro que Almeyda nada hubiese dicho.
Y eso es lo que preocupa, porque si de los empujones se pasa a los puñetazos, el asunto podría desenlazar en muchos actos como aquel de la Liga Municipal en el pasado Gobierno del PLD o el de Piedra Blanca, Bonao, en la actual administración.
La política es lucha. Siempre en política se enfrenta a un adversario. Y que cada quien utilice estrategias válidas para ganar. Pero ojo, no utilizar las instancias del Estado, Poder Ejecutivo o Congreso, para forzar al logro de metas que como partido no se pueda.
De ahí que deba preocupar a los ciudadanos y ciudadanas conscientes el hecho de que además del compromiso partidario de sumar más factores de poder, los dirigentes peledeístas y perredeístas estén poniendo en juego su orgullo personal en esta contienda.
Por eso creo que el año que inicia es muy delicado, porque si a esa feroz lucha de los partidos, se suma que a la JCE no le entreguen los recursos necesarios para organizar los comicios, no está lejos que terminemos imitando a Haití, anunciando la suspensión indefinida de los mismos.
El miedo es que de los puñetazos, pasemos a los tiros, que es la última escala de la desesperación en la lucha por retener el poder o por conquistarlo.