Este sistema jurídico-político-institucional está conformado para reproducirse incrementando sus vicios y estructuras de poder al servicio de un empresariado voraz y de una partidocracia insaciable, que asumen el patrimonio estatal y natural de la Nación como propios.
Los movimientos sociales y agrupaciones políticas que han optado por reformarlo para bien a través de esta institucionalidad, o han quedado entrampados en sus propias redes, o han sido afueriados o marginalizados.
Estas características del sistema dominante fueron perfeccionadas a raíz de las contra-reformas constitucionales del 2010 y ahora con la ley de partidos y ley electoral.
En la primera ocasión se reforzó el poder presidencial y senatorial, diseñados para controlar férreamente todas las instituciones y dar paso a una dictadura constitucional.
En la segunda, quedó consolidado un sistema electoral que favorece el duo-polio corrupto y conservador (oficialismo y oposición), con ventajas a favor del primero.
En tal contexto es ilusorio esperar que las incursiones en él de movimientos y líderes pro-reformas o pro cambios estructurales, pueda obtener resultados más felices que los registrados en ocasiones anteriores.
Al contrario -aun potenciados temporalmente con las nuevas energías verdes- si mantienen un perfil independiente, les irá mal; y si se suman a cualquier polo conservador (PRM incluido), pierden no solo su ángel, sino su esencia reformadora por contaminación, gravitación del empresariado vinculado al negocio político y entrampamiento dentro del marco institucional vigente.
Ambas posibilidades negativas tienen ya antecedentes aleccionadores que dan fe de que los liderazgos sociales o políticos-sociales, forjados fuera del sistema institucionalizado, no pueden transferir sus virtudes a un escenario que tiene poder para absorber sus potencialidades alternativas y condicionarlos a actuar dentro de su lógica dominante.
Esto es válido para todo lo acumulado desde el espectacular Movimiento Marcha Verde, tanto en cuanto a sus organizaciones confluyentes como a sus rostros más destacados.
Salirse de su dinámica, que ha dejado al sistema de partidos sin poder de convocatoria y bajado a cifras ridículas los niveles de confianza y aceptación de la sociedad en ellos, para ahora ponerse en brazos del partidismo tradicional en procura de terciar electoralmente dentro de la podrida institucionalidad que ha forjado, podría ser un salto en el vacío.
La lógica del cambio real es diametralmente opuesta a esa aventura conservadora movida por aspiraciones personales desmedidas.
Es politizar los liderazgos sociales, colectivos e individuales, con una propuesta de ruptura de este marco jurídico institucional, portadora de un proceso constituyente alternativo al poder constituido en descomposición. (El Nacional, 24-02-2019, Santo Domingo, RD)