Cuentan los abuelos que, hace unos años atrás, en Semana Santa sólo se escuchaba el silencio, especialmente en Viernes Santo. Era un tiempo sagrado. Una época extremadamente tranquila, ideal para la reflexión, en su solemnidad se respiraba espiritualidad.
A medida que transcurrían los días, empezando desde el viernes de dolores, un estado de calma se imponía. Independientemente de la religión o fe profesada, en los hogares dominicanos se propiciaban todas las condiciones para esperar la Semana Santa en paz.
El Vienes Santo era absolutamente santo. Parecía que el mundo se detenía durante 24 horas. El ruido no era permitido y los quehaceres domésticos estaban prohibidos. Era casi un pecado mortal poner música, barrer la casa o el patio, bailar, moverse mucho, correr, saltar, hablar alto.
Rosario en mano y en las pocas casas donde había televisión lo único que se veía en todos los canales, eran películas de Jesús e historias bíblicas que curiosamente presentaban los mismos filmes cinematográficos año tras año.
La bonita costumbre que aún no se pierde es la acción de reunir a la familia dominicana. Esperar con ansias las habichuelas con dulce, únicas en el mundo. Esta receta nos pertenece a nosotros los dominicanos, es un invento nuestro y la elaboración varía como el dialecto, de región en región.
Con el pasar de los años, el significado de la Semana Mayor no ha variado pero sí la interpretación que cada uno le da. Es increíble cómo se ha ido perdiendo el respeto por estos días. Los días santos no eran laborables pero tampoco eran sinónimo de desorden ni desacato.
Con altos sentimientos de pena y dolor, el lunes de pascua, día siguiente al domingo de resurrección, esperamos la nueva estadística anual de personas fallecidas durante la Semana Mayor y el máximo común divisor de todos los años siempre es el mismo: el alcohol.
Es importante saber que la época que iguala y en ocasiones supera a la Semana Santa en enlutar las familias dominicanas, es otra festividad cristiana: Navidad. Celebramos el nacimiento y conmemoramos la muerte de Jesús con excesos alcohólicos y de la carne, nada espiritual.
Hemos vuelto a poner a Jesús en la cruz con nuestras acciones. Estamos rezando todo el tiempo y leyendo la Biblia al revés. Muy parecido a los tiempos antiguos cuando entonces dijo el Señor: “Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón lejos está de mí”.
El Holismo, del griego “hólos” que significa: todo, entero, total; acuña un principio general que fue resumido concisamente por Aristóteles, 300 años a.C. en sus escritos sobre metafísica (después o más allá de la física): «el todo es mayor que la suma de sus partes».
Todas las propiedades de un sistema dado, ya sea por ejemplo: físico, biológico, químico, social, económico, mental, espiritual; guardan una relación global de interdependencia muy estrecha contraria al antagonismo entre una y otra porque en el Universo todo está liado.
Es insensato vivir de cara a una cosa y de espalda a otra. Todas las ciencias se complementan entre sí y la historia nos cuenta cómo desde la Creación, el nacimiento, muerte y resurrección de nuestro Señor hasta el día de hoy todo ha tenido un orden y una secuencia enlazada.
La Biblia dice que somos templo del Espíritu Santo y como templo debemos cuidar todo lo que habita en él. El verdadero sentido de la Semana Santa es que el Señor Jesucristo resucite y viva en nosotros y en nuestros hogares. Amén.