<b>La región sur aún se debate entre la
vida y la muerte. Más bien, se encuentra en estado de coma o pronóstico
reservado, para expresarlo con un término médico. Es una lástima que tengamos que decirlo
en forma tan cruda, pero esa es la realidad.</b>
Bastaría ver la cara de los pobladores
para darnos cuenta que la pobreza está acabando con la zona. Y no es un
problema de ahora. Es una calamidad pública que se repite de manera implacable
desde hace varias décadas. Por demás, pocos gobernantes, salvo reducidas
excepciones, se han esforzado en buscar soluciones a la crisis, a no ser
ofrecimientos aéreos en los aprestos de campaña.
El cuadro de miseria es alarmante. No
estoy diciendo nada que no sepan los demás. Sencillamente, estamos recordando a
nuestros gobernantes que si los sureños estamos vivos es por la misericordia de
Dios o tal vez porque no les ha llegado la hora del despegue hacia un mundo
desconocido.
Desde Baní hasta las zonas más profundas
del suroeste, miles de ciudadanos sobreviven con las pocas raciones que reciben
y obtienen por propio esfuerzo.
El desempleo cada día se hace más
patético. Los más afortunados sobreviven con las remesas que reciben desde el
exterior. La población está rodeada de precariedades, sin esperanzas de ver por
ahora un futuro promisorio, en tanto los ancianos perecen sin ver llegar el porvenir
que por décadas habían idealizado para sus hijos.
Así, la generalidad de los barahoneros,
neiberos, duvergenses, pedernalenses, azuanos, sanjuaneros, para citar algunos
ejemplos, se acuestan todas las noches con el estómago vacío, hasta el otro
día, cuando calientan el estómago con una tasa de café para iniciar la jornada.
En igual situación se encuentran los restantes pobladores de los pueblos
sureños.
No se trata de los párrafos de una
novela. Es una cruda realidad que espanta, como si cayera por esos lares las
famosas Siete Plagas de Egipto.
Hay que ir en auxilio de la región sur. Se
trata de una tierra muy productiva, de
hombres laboriosos, de prestigiosos profesionales en todas las ramas del saber,
que han ofrendado sus vidas en beneficio de los mejores intereses de la
República Dominicana. Entonces, no es justo que se mantenga ese cuadro de miseria
en la zona.
Sabemos
que la prioridad de los gobernantes respecto al desarrollo de los pueblos
radica en la importancia de la geopolítica en término de lo que representaría
el costo político. El Cibao, por ejemplo, constituye la segunda opción
electoral para los partidos políticos y es normal que se fije la atención en
esa zona, mientras las restantes regiones están situadas en una larga lista de
espera.
Pero
esa no puede ser la excusa para olvidarse de otras parcelas geográficas que también
aportan recursos humanos en las urnas y que por su ubicación contribuyen al
abastecimiento de importantes rubros agropecuarios a los distintos mercados.
El desempleo es el principal problema
del Sur, independientemente de otros indicadores sociales y económicos. ¿Por
qué no desarrollar más programas de desarrollo que los que hasta ahora se han
levantado? Se necesitan más obras de infraestructuras turísticas que puedan garantizar
la incorporación de la mano de obra baldía.
No es justo que nos mantengan en la
situación en que nos encontramos. Los sureños tenemos derechos adquiridos que
nunca deben desaparecer por la indolencia de algunos gobernantes que sólo se
acuerdan de nosotros cuando llega la temporada electoral.
Apelamos a la sensibilidad de todos los
partidos políticos, sin excepción, a las organizaciones cristianas, clubes
culturales, la sociedad civil, y otros organismos, a los legisladores, de la
región sur para que se solidaricen con este llamado.
Simplemente estamos cansados de que al
aplicar la fórmula de la política nos marginen y nos discriminen. Por suerte
tenemos un presidente sureño que ha demostrado tener suficiente sensibilidad y
visión de futuro para hacer del país una nación más digna. Respaldemos al
presidente Danilo Medina en su esfuerzo por resucitar el suroeste.