Escozor me
produjo la lectura del artículo del principal activo del Partido de la
Liberación Dominicana (PLD), Leonel Antonio Fernández Reyna, no solo por lo que
dice sino por lo que dejó de decir un hombre de gran talento, que me honra con
su amistad, que ha prestado grandes servicios a la nacióny que aún puede prestar quizás mayores
aportes que los que hasta ahora ha brindado su bondad y hombría de bien al
país.
Cualquiera puede pensar que los comentarios que más adelante haré, debí
hacerlos en privado, pero resulta que fue el ex Presidente de la República
quien los hizo públicos, además, la temática que aborda es la política y la
principal acepción del término política, es precisamente cosa pública, según
todos los entendidos en dicha palabra.
Lo que si se debe
explicar es lo que se entiende con la palabra “escozor”, sentimiento de pena,
de dolor, lamento, etc. Por qué, porque Leonel pertenece a una tradición, a una
escuela política, a un origen, de los cuales es deudor y hasta redentor, a su
pesar, por tanto, no es correcto que asuma el análisis que hace en el artículo
de marras. Me explico. Definir el poder como una relación entre gobernantes y gobernados
a secas, siendo el Presidente de un partido político cuya consigna es “Servir
al partido para servir al pueblo”, resulta a todas luces impropio.
Pues hasta
donde sabemos, el Congreso Norge Botello, recién concluido y quizás motivador
del artículo que comentamos, no desterró dicho lema. Además, ese razonamiento
no encaja dentro de las enseñanzas de Juan Bosch, de quien también es deudor el
hijo de Doña Yolanda y de Villa Juana, Bosch entendió siempre la política en
los términos de Duarte, José Martí y de Eugenio María de Hostos, esto es, como
virtud, como la profesión más digna de ocupar la mente humana luego de la
filosofía, por eso Bosch repitió hasta la saciedad que la función del PLD era
completar la obra patriótica de los trinitarios.
Es en este contexto que
Aristóteles adquiere aplicación política, pues hasta la llegada de Maquiavelo,
lideró el análisis prescriptivo de la política con base en la moral. Luego del
paso del positivismo jurídico, y luego de que Karl Poper escribiera La Sociedad
Abierta y sus Enemigos, Maquiavelo como Robert Green, están siendo duramente
cuestionados por diversas líneas de pensamientos que ven en la política no una
vía para la coacción o el reinado de la mentira sino como vía para establecer
el equilibrio perdido entre ciudadanos vulnerables por la pobreza y ciudadano
opulentos de riquezas. Más claramente, en Estados Unidos, país donde la ciencia
política presenta un gran desarrollo en la actualidad, el centro de los
estudios políticos y de los análisis políticos lo son las políticas públicas
pues permiten desde una perspectiva anglosajona, poner en movimiento los
cambios fragmentarios de que habla Jürgen Habermas.
Asumir el punto
de vista de Nicolás Maquiavelo como leyes inmutables de la ciencia política, en
el presente contexto, es arriesgado, pues como se sabe, ese pensador escribió
la obra que cita el Presidente Fernández, en circunstancias muy personales y
con objetivos muy alejados de lo que ese mismo autor plantea en su gran obra
que es la que lo convierte en padre de la ciencia política: “La Comuna o
Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio”, donde si se refiere a asuntos
de interés comunitarios o políticos, o de la política como ciencia, haciendo
uso del método comparativo histórico. De
haberlo hecho, su mismo argumento hubiere tenido conclusiones diferentes.
Incluso, colocar
a Platón dentro de los abanderados de la política como instrumento de
dominación y no de redención humana, resulta fuera de lugar, pues Platón abogó
por cambios revolucionarios, y no por la
instrumentalización de los débiles por medios políticos o de poder.
El libresco de
Robert Green es de reciente data, apareció en los primeros momentos del
ejercicio de poder de los pele deístas y les ha hecho un daño devastador, al
convertirse en libro de cabecera de no pocos. Pero la reflexión de Leonel ha
debido ir en el sentido de reprochar tal conducta, pues elevar la mentira a la
condición de teoría política polivalente, como hace ese autor, en nada
contribuye a la causa del líder morado porque su tradición política, su ideario,
no encajan en los razonamientos de ese autor a todas luces oportunistas,
descarados e instrumentalistas de la mentira como divisa de éxitos políticos.
El político del cambio, de la praxis para mejorar la vida de millones de personas
o para fundar un nuevo estado, no puede ser un farsante, como sugiere Green.
Además, el
artículo sitúa al doctor Balaguer en un sitial que rompe con la propuesta que
hace Green, por tanto, existe una contradicción de fondo, al menos en ese
punto. Es más, el propio Modesto Guzmán, a quien conozco, es admirador del PLD
–y me consta-, no por la coyuntura de un acuerdo político sino porque su vida
ha sido mirar la política como servicio desde donde le ha tocado ejercerla, ver
solo la parte bastarda de su accionar es erróneo. El liderazgo cuenta con otros
atributos, con otras condicionantes que no están ausentes en ese hijo de
Sabaneta. Tanto así, que si esos y no otros hubieren sido los adornos de la
personalidad de Fernández, no hubiera suscitado las emociones y motivaciones
políticas que lo han colocado en el parnaso de la política dominicana. El
partido Reformista y su líder, apoyaron al PLD por algo más que sobrecitos y
puestos, lo hicieron de corazón y el artículo que comentamos así lo refiere de
boca de un testigo de primer plano. Por tanto, el propio Balaguer está más allá
de los sobrecitos, y más allá del bien y del mal, como atinadamente dijera
Niestche. Los reformistas han mantenido la alianza con el PLD porque siguen
viendo ese partido el instrumento de la redención dominicana, no porque sus
líderes hagan uso de la mentira como arma política. En tiempos de Juan Bosch
quien hacía uso de la mentira como arma política era expulsado de esa
organización, los ejemplos sobran.
Decir que
gobernar es hacer uso de la coacción o represión –en pleno siglo XXI, es no ser
boschista: Hacer de la capacidad de dar o de distribuir instrumentos de
dominación es fallarle al país, pues los pobres requieren otro trato de sus
líderes. La compensación tiene por origen al mérito, al sacrificio, a la
entrega a un ideal, a una obra, etc., pero jamás ha de ser empleado bajo el
ideal progresista como vía de dominación de masas hambrientas. Ya en su
momento, J.J. Rousseau tuvo ocasión de referirse en su Contrato Social, a los
efectos de la esclavitud sobre los esclavos, pero de inmediato aclaró a
Calígula que tomaba el efecto por la causa. Lo mismo vale para los comentarios
sobre la teoría de Harold Dwight
Lasswell.
De modo que los
sobrecitos de Dajabón no aplican para lo que hace Danilo o para los resultados
obtenidos por Danilo, porque Danilo no es un individuo, es el representante de
una colectividad, en la medida honra sus obligaciones, es merecedor de ciertos
resultados, en la medida hace de los sobrecitos su arma política cava su tumba.
Pues el liderazgo descansa sobre valores e ideario político cuando, la política
es compromiso.