El presidente francés, François Hollande, se encuentra en el nivel más bajo de aceptación de su labor política, con un respaldo solo del 19 % de los franceses, y ha alcanzado el segundo escalón más bajo en la valoración de un presidente de la V República. La causa es similar a la de otros responsables del Ejecutivo en otros países: la vulneración de las promesas electorales con las que llegaron al poder y la realización de las mismas políticas que sus predecesores corregidas y aumentadas siguiendo el diktat de Alemania.
Pero en esta ocasión el asunto es más grave porque se supone que Hollande llegaba para ser un freno frente a las políticas neoliberales y resulta que ha sido incapaz de aguantar el envite. Peor aún, no ha aprendido nada de los que ha ocurrido a su alrededor y como la austeridad y los recortes no han servido para el gran objetivo que se ha propuesto.
Atrapado entre elegir en hacer políticas de izquierdas o neoliberales se ha decantado por estas últimas a pesar de que son generadoras de escaso crecimiento del empleo y fomentan las desigualdades sociales. El plan que presentó a mediados del pasado mes para reducir en 50.000 millones el gasto público hasta 2017 y de otros 30.000 de los costes laborales, se aparta de las políticas socialdemócratas con las que convenció a los franceses para desalojar a Sarkozy del Eliseo.
Lo que ha ocurrido en España y Portugal debería servirle de ejemplo, pero sobre todo lo que está ocurriendo en Alemania, donde el PSD coaligado con Ángela Merkel está imponiendo un giro social, que pone de manifiesto que otras políticas son posibles más allá de la sacrosanta austeridad, que su obligación es resistir sino quiere enfadar a sus bases y perder votantes, que es el temor de sus cargos políticos de cara a las elecciones municipales del mes de marzo, y luego las europeas. Hollande se ha metido en la espiral del crecimiento económico sin generación importante de empleo, que no resuelve los problemas de los ciudadanos.
Los dos próximos tets electorales darán la medida efectiva del respaldo que tienen las decisiones de François Hollande, que ejerce un liderazgo “líquido” que puede llevar a su partido a perder esos comicios.
Suso do Madrid