Desde
que tengo uso de razón, he aprendido que la salud entra por la boca, sobre todo
cuando no nos adiestramos en la escogencia de los alimentos.
Desafortunadamente,
nuestra población no sabe alimentarse. Comer no es lo mismo que alimentarse. Lo
primero consiste en llenarse el estómago ingiriendo diversos tipos de comidas;
lo segundo, es saber seleccionar los alimentos partiendo de sus componentes
vitamínicos, calorías y grasas.
Pocos
son los que leen las indicaciones que aparecen en las cubiertas de los
productos que consumimos como tampoco las fechas de vencimiento. Esas
inobservancias de estas reglas son las que inducen a pescar enfermedades
terminales, intoxicaciones y hasta cancerígenas.
“Uno
es lo que come”, escribió hace muchos años un médico naturista en un libro que
se titula “Los venenos sabrosos”, obra que me indujo a no consumir carnes de
animales terrestres e inclinarme por algunos marinos, como el pescado, la tuna,
salmón, sardinas, y otros.
A
un médico amigo le pregunté cuál era el origen del cáncer de colon, qué lo
causaba, y sin titubeos me respondió: “El
consumo de carne cruda, sobre todo los embutidos”. Ciertamente, son muchos
los ciudadanos que ingieren esta basura, a pesar de los estudios de
laboratorios realizados por depuradas empresas que establecen la aparición de
heces fecales y otras porquerías.
La
ignorancia y terquedad de los consumidores los convierte en víctimas de cáncer
al ingerir comidas de manera indiscriminada porque la meta final es llenarse el
estómago, no alimentarse, sin tener en cuenta los riesgos y las consecuencias.
Así
somos y siempre lo seremos. Es un grave problema de educación gastronómica. No
pretendo con esto dar cátedras de sabidurías en materia alimentaria ni obligar
a nadie a que sigan mis humildes y sanos consejos. Al
menos, hago lo posible por salvar vidas.
Uno
de los principales problemas gastroenterológicos de los dominicanos son cáncer
de colon y hepatitis B, pero el país no cuenta con estadísticas certeras que
indiquen la magnitud de ese problema, según el médico gastroenterólogo Miguel
Contreras.
Este
galeno, con toda propiedad, asegura que el país se encuentra entre los primeros
lugares respecto a las naciones latinoamericanas donde sus pobladores padecen
de distintos tipos de los virus hepáticos, y cita el cáncer de colon como la segunda
causa de muerte en el mundo.
Coincido
con su planteamiento en el sentido de que se diseñen campañas de
concientización para evitar que más dominicanos se enfermen y reducir así el
impacto en gastos del Estado y miles de familias en fármacos de mala calidad y
terapias.
Ojalá
estas sugerencias médicas sean asimiladas por los millones de ciudadanos que
todavía se resisten a aceptar que la salud entra por la boca y persisten en
enarbolar la estúpida frase de que “de
algo uno tiene que morir”. Para aquellos que mantienen esa posición les
deseo “buen viaje”.