<span style="font-size: 12px;">En termodinámica, la
entropía es una magnitud física que
mediante cálculo permite determinar la parte de la energía que no puede
utilizarse para producir trabajo. Es una función de estado de carácter
extensivo y su valor, en un sistema aislado, crece en el transcurso de un
proceso que se dé de forma natural.</span>
La entropía describe lo
irreversible de los sistemas termodinámicos. La palabra entropía procede del
griego (ἐντροπία) y significa evolución o transformación. Fue Rudolf Clausius
quien le dio nombre y la desarrolló durante la década de 1850 y Ludwig
Boltzmann, quien encontró la manera de expresar matemáticamente este concepto,
desde el punto de vista de la probabilidad.
Criterios parecidos brotan
de las teorías de excelentes profesionales de la física y la química, como son Eugene
Chudnovsky, de la Universidad de Nueva York, Sheldon Lee Glashow, Premio Nobel
de Física en 1979, Stanley Miller, de la Universidad de California, y Kenneth
H. Nealson, investigador del laboratorio
de la NASA.
Leyendo la obra
titulada “Cara a cara con la vida, la
mente y el Universo”, del académico
español Eduardo Punset, he encontrado detalles interesantes sobre el origen de
la vida y las cosas extrañas del Universo ofrecidas por estos profesionales. Ofrecen
orientaciones y planteamientos profundos acerca de los elementos que hacen
posible la vida en la tierra (carbono, hidrógeno, oxígeno, hierro, etc.) y las
propiedades del sistema atmosférico de los distintos planetas.
Llegan a la conclusión que la entropía también
es un parámetro del desorden. Esa es la concepción profunda que se desprende de
la nueva interpretación de Boltzmann. Por extraño que parezca, se puede crear
una medida para el desorden; es la probabilidad de un estado particular,
definido aquí como el número de formas en que se puede armar a partir de sus
átomos.
Precisamente, esa fase
del libro me llamó poderosamente la atención y de inmediato me surgió la
siguiente interrogante: ¿La entropía puede transportarse al terreno social? Sí,
eso es posible, si partimos del hecho que el hombre es un ser rebelde con una
estructura generacional compleja.
Esta es una ocasión
para transportar la entropía del terreno de la termodinámica al aspecto social,
teniendo al hombre como protagonista principal de algunos procesos sociales
desordenados. Por ejemplo, el desorden es el principal aliado de algunos grupos
fácticos y de individuos que fraguan planes para adquirir beneficios personales
sobre la base del caos y la anarquía.
Esos grupos no conciben
el orden como garantía de paz y tranquilidad. Calculan todos los movimientos
(huelgas con gomas encendidas y disparos de armas caseras, manifestaciones
públicas frente a las instituciones públicas, insultos mediáticos a través de
la radio y la televisión) por mandatos de sectores políticos y sindicales que
manejan excelentemente la extorsión.
Muchos dirigentes se
han hecho millonarios organizando movimientos de ese tipo contra sectores
públicos y privados, alcanzando incluso curules en el Congreso Nacional, y
hasta son reclamados por entrevistadores de programas interactivos de los
medios de comunicación. Es una escala degenerada de los valores sociales.
Pienso que la entropía
social es un cáncer aparentemente sin antídoto, con matices irreversibles. El
primer desorden que observamos es el mental. Los ciudadanos se resisten a acatar
las leyes y los deberes como normas que conducen a un comportamiento civilizado.
Esa anarquía la vemos a diario en los conductores de vehículos, cuando pasan
los semáforos en rojo, parquearse en zonas prohibidas, y manejar borrachos; los
estudiantes, cuando incumplen las obligaciones académicas impuestas por sus
profesores; los ciudadanos, que no son capaces de hacer filas en los bancos,
estadios deportivos, supermercados, etc., para pagar las facturas o realizar
cualquier transacción.
Y ya que hablamos de
entropía social, cabe muy bien en este espacio comentar la frase latina que
dice: “Homo hominis lupus” (El hombre
lobo se come al hombre).