El síndrome de los partidos políticos, es que siendo frentes de masas, la lucha se torna individual, y las minorías no sacan la cabeza en forma organizada. Los diferentes sectores que conforman un partido político llegan a posiciones por el padrinazgo y la subordinación, y no por la unidad y fortaleza propia.
Nunca ha conseguido posiciones por sus lineamientos un sector de maestros, de mujeres, de jòvenes, de obreros, de campesinos, de profesionales. Por el contrario, figuras individuales, que han podido ser parte de esas minorias, han conseguido llegar, pero por sus esfuerzos individuales.
Los grupos que componen esos frentes de masas prefieren llegar por el bastón de liderazgos superiores y cuotas asignadas, antes que por su valor y capacidad de trabajo.
De ahí que los partidos son un conjunto de personalidades que defienden sus posiciones, luchan a muerte por mantenerse en la jefatura, y no le dan paso a los grupos de minorías. Ello es normal, porque todos quieren llegar de forma individual.
En cualquier partido las mujeres componen uno de los renglones más importantes, al igual que los jovenes, pero tratan de llegar a la cúpula a través de las graciosas cuotas, no haciendo valer su valor político colectivo.
Los viejos robles de todos los partidos políticos consiguieron posiciones que fueron ganadas a sangre y fuego, y será difícil, prácticamente imposible, que las abandonen para cumplir con cuotas, o para llenar egos de emergentes.
Las minorías dentro de los partidos se tienen que organizar. Los jovenes y los obreros no luchan como tales, sino que siguen las huellas de los viejos robles, y quieren también su silla.
La única forma de cambiar la correlación de fuerzas en los partidos políticos, es que cada sector que se crea minoritario y sin representantes, se fortalezca y luche para que pueda tener voz y voto.Las posiciones se ganan peleando, nadie abandona su silla, para cederla al paso de oportunistas de nuevo cuño.