<b>El próximo 27 de este mes de
octubre se cumplirán ocho años de la muerte del empresario e industrial Huáscar Rodríguez Herrera, un
batallador que nunca se rindió, pues aún pocos meses antes de su muerte, el 2
de octubre de 2005, a los 81 años, se mantenía activo atendiendo personalmente
sus negocios, que fueron muchos, entre ellos Cementos Cibao, establecida en Santiago. Otras empresas suyas
fueron el Gran Hotel Cibao, Cilindros Nacionales, Gas Caribe, Terminal Gas
Limited, Herrera Motors, Inoxida y Distribuidora
Rodríguez, entre otras.</b>
Con
Huáscar mantuve una amistad durante poco más de 45 años, pues le conocí en
1964, dos años después que me iniciara en el periodismo. Para aquella época
el dinero rendía mucho, a tal punto que Huáscar, al darse cuenta de que mi
vehículo era una pequeña motocicleta, me vendió el primer auto que tuve en mi
vida: un Volkswagen casi nuevo por la suma de 700 pesos, pagadero a plazos, que cumplí religiosamente y que luego vendí
al colega y buen amigo Chichí de Jesús Reyes.
Para
entonces yo tenía 22 años y estaba casado. Cuando nuestra amistad se
ensanchó, poco después Huáscar me propuso instalarme un negocio de venta de
electrodomésticos, que acepté entusiasmado, pues también me había prometido
apoyo financiero para que finalmente fuera dueño de una planta de gas
propano. Mi madre se opuso rotundamente, bajo el alegato de que era aún muy
joven para aceptar tales responsabilidades.
El respeto que le tenía a mi
madre me hizo desistir del proyecto, con gran pena para Huáscar Rodríguez,
pues entendía que era la oportunidad de mi vida. Hoy, cuando pocos jóvenes
respetan de verdad a sus padres, me pongo a pensar qué hubiera sido de mi
vida si hubiese desobedecido a mi madre. Posiblemente sería un hombre rico,
pero con la amargura de no haber cumplido su oposición a que me insertara en
el mundo de los negocios.
Huáscar Dionisio Rodríguez Herrera, perteneció a
una familia tradicional de la época, de nueve hijos procreados por don Tancredo
Rodríguez y doña Margarita Herrera, nació el 17 de Noviembre del año 1923. En
Jarabacoa creció rodeado del amor de sus progenitores y los afectos de sus
hermanos y demás familiares.
Mostró desde sus primeros años, un inusitado y
permanente interés
por las actividades
comerciales. Comenzó desde abaj siendo niño en su
natal Jarabacoa, donde según me contaba, fabricaba carritos con cajas de
bacalao y ruedas de frutos de la jabilla, los cuales vendía a los que tenían
posibilidades de comprarlo. Era el empresario que comenzaba. Siendo joven,
casó con la distinguida dama Amalia Sotomayor, pero apenas disponía de un
viejo auto que le daba muchos tormentos.
Un día, decidió ir al ingenio
Catarey, en Villa Altagracia, pues había leído en periódico El Caribe de entonces que allí estaban vendiendo una
partida de sacos, que podría revender con algunos beneficios. Pero no tenía
dinero, de modo que le pidió al administrador que los vendiera a crédito, que
confiara en su palabra, pues le pagaría tan pronto eso sucediera. El
administrador, por ayudarlo, así lo hizo, y Huáscar cumplió su palabra al pie
de la letra.
Tiempo
después se embarcó en un pequeño negocio, pero su socio le engañó y no se sabe de que manera alteró
los papeles y desapareció las acciones, quedándose Huáscar sin un centavo.
Entonces visitó a un compadre suyo, sargento de la Marina de Guerra, a quien
le explicó lo sucedido diciéndole que su deseo habría sido vengarse de alguna
manera contra su ex socio. Estaba profundamente irritado. El sargento le
recomendó que comenzara de nuevo, que confiara en Dios; le llevó al Banco de
Reservas y puso en manos de Huáscar, a titulo de préstamo, los únicos 800
pesos que tenía como ahorros.
A partir de ahí, comenzó a negociar con hierros
usados, sacos de envasar azúcar y otros menesteres, hasta que su negocio
creció como por arte de magia, fruto de un intenso trabajo y de una
disciplina poco común. Surgió Gas Caribe, Terminal Gas Limited en Haina,
Inoxida, Cementos Cibao, etc., en cuyos terrenos fabricó una gran residencia
para estar primero que todos en el trabajo.
Cuando
logró su primer millón de pesos, se juró a sí mismo que ese dinero nunca se
le acabaría, como en efecto sucedió. Fue a la Jefatura de la Marina de Guerra
para preguntar por el destino de su compadre marinero, comunicándosele que
estaba de servicio en Manzanillo. Gracias a su amistad con uno de los jefes
de la Marina, rápidamente el compadre fue trasladado a Ciudad Trujillo, que
así se llamaba entonces la capital, Santo Domingo.
Huáscar
le dijo al compadre que le pidiera lo que quisiera, pues ya era millonario.
Pero el viejo marino le respondió que únicamente deseaba que le devolviera
los 800 pesos que le había prestado, con algunos intereses que le hubiera
pagado el banco. Huáscar lo complació, pero no se sentía satisfecho, pues
consideraba que era mucho más lo que debía al compadre.
Averiguó
que el marino vivía junto a su madre en la calle Peña Batlle, en Villa
Consuelo. Era una casa alquilada y Huáscar la compró a su propietario,
regalándose remodelada al compadre,
que apenas lo podía creer. La madre del marino lloró de alegría al saber que
había pasado de inquilina a propietaria, echándole miles de bendiciones a su
benefactor, como si hubiera sido su propio hijo.
La historia
de Huáscar Rodríguez es digna de contar en un libro, pero lamentablemente de
ella solo recuerdo fragmentos como lo que he citado. Un día se lo propuse y
me dijo que todavía "no era tiempo" de narrar su historia, pues
entendía que pocos creerían que en base al puro trabajo se conseguiría llegar
a millonario.
Sí estoy
seguro de que Huáscar luchó con firmeza para llegar a donde llegó,
enfrentándose a menudo con envidiosos que trataban de desacreditarlo, muchos
de ellos competidores empresarios oligarcas que no toleraban que un campesino
de Jarabacoa les hiciera sombra.
Si narro
esta breve historia es porque conocí bien a Huáscar Rodríguez y se que lo
único que hizo fue trabajar, para desarrollar un conjunto de empresas (llegó
a poseer o ser accionista de 52), todas generadoras de riqueza y de empleos,
muchas de las cuales todavía se mantienen. Es una pena que es patrimonio esté
en disputa familiar. Siempre recuerdo
también a sus hijos Wáscar Martín (así con W es que firmaba) Rosamalia (Amalita), Denis, Raysa Josefina
y no sé si Maripili, que me dicen vive en Miami.
Huáscar
Rodríguez jamás me pidió que escribiera algún artículo a su favor cuando era
injustamente calumniado. Era incapaz de valerse de la amistad de un
periodista para pedirle un favor de esa naturaleza, aunque bien pudo haberlo
hecho simplemente para comprobar si era o no cierta la amistad que algunos
periodistas le profesamos. Su temperamento no era ese, y tras si imponente
figura, a veces con cara que parecía de pocos amigos, se escondía un ser
generoso que practicó la filantropía, sin hacer alardes de ello en los medios
de comunicación. Una de sus obras es el Centro Geriátrico de Jarabacoa, que
lleva el nombre de su fallecida madre Margarita, y a cuya realidad contribuyó
su compueblano y empresario Víctor Méndez Capellán. Huáscar falleció el 27 de
octubre de 2005.
Hace
años que no tengo contacto con sus hijos, a algunos de los cuales conocí
cuando eran pequeños en la calle Santiago, de esta capital, donde Huáscar
vivía y tenía allí el Consulado Honorario de Guatemala, del cual era titular.
El una ocasión llamé por teléfono a Wuáscar Martín a Cementos Cibao, en
Santiago, para comentarle un sueño que tuve con su padre, quien me pidió se
lo transmitiera. No creo en esas cosas, pero consideré mi deber hacerlo. El
muchacho ni siquiera me respondió, posiblemente ignorante de la relación que
tuve con su padre. Tampoco lo culpo, pues se que era un empresario muy
ocupado, pero por lo menos pudo decirle a su secretaria que me llamara y me
dijera que estaba cazando leones en África y que no regresaría hasta el 2015.
La vida es así.
El empresario Huáscar
Martín Rodríguez Sotomayor falleció el 3 de febrero de 2011 en el Mercy
Hospital, de Miami, como consecuencia de una enfermedad pulmonar. Contaba con
46 años. Era el menor de los seis hermanos, estaba casado con la señora Silvia
Vela y residía con su familia en Los Cerros de Gurabo, de Santiago. Su
esposa, al igual que sus hermanas, lo acompañaba en el hospital al momento de
su fallecimiento.
Una de sus últimas apariciones públicas se produjo en
diciembre de 2010 , cuando participó en el inicio de los trabajos de la
construcción del Centro Huáscar Rodríguez para la Educación Técnica de la
Construcción, que funcionará en la Universidad Isa. Conforme a un Certificado
Médico del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF) del 30 de octubre
del 2008, Huáscar Martín Rodríguez Sotomayor padecía de dificultades respiratorias
y Asma Bronquial con crisis de bronco espasmo. Otro certificado médico del 19
de febrero del 2010 establece padecía de bronquitis aguda y bronco espasmo reactivo.Huáscar Martín Rodríguez Sotomayor, como
presidente de Cementos Cibao, C. por A., ayudó a muchas personas del lugar
con los gastos incurridos en operaciones médicas y otros servicios de salud.
Solo
deseo que Huáscar Rodríguez Herrera, donde quiera que esté, se encuentre en
paz.