Hacer
silencio frente a las injusticias y frente al genocidio Civil es tan pecaminoso
como cualquier otro pecado, inmoralidad o crimen. Yo estoy sorprendido como el
pueblo que se llama ser cristiano se ha quedado mudo ante la sentencia hecha
por el Tribunal Constitucional (TC) de la República Dominicana ; la sentencia
que desconoce a los dominicanos de ascendencia haitiana desde el año 1929; o
sea, lo que el Gobierno Dominicano está diciendo entre líneas es que todas las
personas nacidas hace más de 83 años y que son de ascendencia haitiana, no
tienen derecho a la ciudadanía dominicana.
Quiero
aclarar, cuando hablo de cristianos me refiero a todos nosotros que somos parte
de una estructura religiosa y estamos en una posición de autoridad para traer
transformación, justicia y libertad. Como líder y pastor ordenado de una
iglesia protestante, siento vergüenza y me asusta el nivel de insensibilidad
que he notado en dichas estructuras ante el caso de la nacionalidad dominicana
para los de ascendencia haitiana.
Varios
días atrás leía en la prensa dominicana que un sector del pueblo evangélico
estaba pidiendo a todos los cristianos que nos vistiéramos de negro en forma de
protesta ante la situación de los homosexuales en nuestra “santa” nación. Mas
luego, pude ver en el periódico El Hoy, una organización evangélica que nos
representa ante el gobierno dominicano, pidiendo que el Concordato hecho por el
gobierno dominicano y la iglesia Católica fuera eliminado. En este artículo no
seré tan duro como lo fue Fray Antonio Montesinos, cuando pronunció su sermón
ante las injusticias hechas en nombre de Dios a los indios de nuestra isla,
Hispaniola; usando las famosas encomiendas como excusas para destruir la
dignidad de aquellos seres humanos. Hoy quiero expresar que a Jesús no le
importa si el concordato está o no, a Jesús no le importa si te vistes de negro
para evitar que los homosexuales tengan más influencia en la nación. El está
más interesado si hemos gastado tiempo hablando y amando a los homosexuales. En
cuanto al Concordato, no necesitamos que nos den autoridad, YA LA TENEMOS. Yo
mismo soy un activista y creo en la justicia, en la igualdad dentro de la
diversidad y en todo aquello que promueva la imagen de Dios en los hombres;
pero este activismo y este sentido de autoridad que Dios nos ha dado deberíamos
usarlo también para proteger y dignificar a nuestros hermanos haitianos.
Recuerdo
que un grupo de protestantes fue ante el gobierno a depositar un documento, en
el cual pedían que los matrimonios realizados por pastores evangélicos fueran
reconocidos ante la ley dominicana, así como son reconocidos los matrimonios
hechos por sacerdotes de la Iglesia Católica.No
estoy en contra de que esto se haga, la reflexión en lo más profundo de mi ser
es la siguiente: ¿Por qué somos tan rápidos en protestar cuando se
trata de buscar igualdad para nuestro beneficio, pero cuando se trata de
promover lo justo para los demás y para aquellos que son diferentes a nosotros,
el activismo se desvanece y el libro negro, La Biblia , se vuelve insípido?.
Como
cuerpo de Cristo aquí en la tierra, La Iglesia , debería también hacer una
marcha para decirle al gobierno y al Tribunal Constitucional (TC) que la
sentencia de no reconocer como dominicanos a los de ascendencia haitiana, no es
humana, no es sabia, no es justa, y es puramente racista. Debemos poner en práctica
las palabras del Libro Negro, y pensar en cómo debemos tratar a los
Inmigrantes. Debemos reevaluar y decodificar lo que implica ser “santo” en un
contexto de etnofobia, en un contexto en
el
cual un pequeño grupo desde el año 1844 se ha encargado de construir la
historia, crear un destino y someter toda una nación a una cultura de mentira y
odio a nuestros vecinos. Estoy escribiendo a cristianos que quieren ver su
nación transformada; la transformación se inicia en el ser humano, con el ser
humano y para el ser humano. Dejemos de ver y promover al haitiano como la
persona peligrosa, que nos quiere invadir y que está penetrando sigilosamente
en nuestra nación para tomar control. Quiero citar un texto de Rosario Espinal:
“Los haitianos son el cuco dominicano.
La negritud en oposición a la blancura, el vudú al cristianismo, el creole al
español, la pobreza al progreso”.Pero
la misma escritora en su mismo artículo, nos dice: “ El
gobierno dominicano tiene que detener la migración ilegal ya, pero también tiene
que legalizar a los hijos de quienes en el pasado emigraron ilegalmente por
decisión o irresponsabilidad del propio gobierno”
Yo
hago una invitación al pueblo Protestante, Católico y a todos aquellos que ven
al ser humano como lo vio y como lo ve Crist Vivir intencionalmente
los principios y las verdades del Reino de Dios.
Hagan a los demás lo que quieren que
les hagan a ustedes. Los dominicanos tenemos una fuerte presencia en los
Estados Unidos; nos quejamos de como nos tratan, y movemos el mundo entero si
el gobierno norteamericano dicta una sentencia en contra de los inmigrantes
dominicanos. Al mismo tiempo conozco cientos de personas cuyos hijos han nacido
en territorio norteamericano y automáticamente estos hijos son ciudadanos de
los Estados Unidos de América, lo celebramos y nos gozamos. Es tan cierto este
fenómeno emigratorio de los dominicanos hacia los Estados Unidos que la
República Dominicana recibió 3,900 millones de dólares por concepto de
remesas durante el 2012, teniendo así un incremento de 7,2 %, en relación al
2011.
Hagan a los demás lo que quieren que
los demás hagan con ustedes. Debemos como iglesia poner este principio en
práctica o dejemos de tirar palabras al aire desde un púlpito pintado con sudor
y sangre de inmigrantes haitianos. Sí, así es, cuando se guarda silencio y
soslayamos nuestra responsabilidad de ciudadanos del Reino de Dios aquí en la
tierra, nos convertimos en cómplices del Genocidio Civil.
Amar
al prójimo no se desarrolla en un ambiente de unidad homogénea. Amar no es un
sentimiento que sale en el culto de los domingos, es una acción intencional y
de obediencia.
En
Éxodo 23:9 y en Levítico 19:33, Dios deja dicho de forma explícita que debemos
tratar con mucho cuidado al extranjero, no explotarlo, no humillarlo, no
aislarlo, no abandonarlo, no negarle la ciudadanía porque su padre o madre
nacieron en Haití. Es aquí donde debemos ser discípulos de Jesús y dejar las
retóricas teológicas y ser más como Jesús, para que las personas y los
inmigrantes no puedan negar que Jesús es real y que su amor no es una utopía.
Amar
a los inmigrantes no es una opción, es una orden que Dios nos ha dado. Dejemos
ya de tantas reuniones para hablar de cómo transformar la nación. Iniciemos
hablándole al gobierno y a aquellos sectores que usan el cuco para mantener aun
a las iglesias durmiendo frente a un crimen moral y civil.
Usemos
el poder no para mantenernos en el poder, usemos el poder para sanar las
heridas generacionales, para cuidar al extranjero, al débil, a los pobres. El
Silencio de los Cristianos Frente al Genocidio Civil es pecado, no es un error
legal, ni cultural.