Los embarazos en
menores de edad no son asuntos de ahora. Se trata, sin embargo, de un problema
social que merece la pronta atención de las autoridades y de la sociedad, en
sentido general.
En este debate, se
destacan los embarazos incestuosos que nunca afloran a la publicidad y se
resuelven mediante compensaciones económicas o negociaciones para no ir acudir
ante los tribunales.
No es fácil asumir el
control total de las niñas a partir de los diez años de edad. Es la etapa del
crecimiento donde se da inicio a la pre fase de la adolescencia, que a decir de
la sabiduría popular es un espacio de alta peligrosidad, donde comienza el desacato
de estas figuras a las órdenes y consejos de sus tutores.
Esa desobediencia
empieza en las aulas a edad temprana. Los escolares que sustentan esas edades
aprenden muchas cosas sobre sexo, que no las conocen en el hogar ni tampoco las
reciben de sus maestros.
A partir de ahí
aparecen las prácticas sexuales en casas de “amiguitas o compañeras de aulas”, para ese fogueo placentero y desenfrenado.
Lo más natural es que
dados los primeros pasos para esas experiencias, es inminente el surgimiento de
una preñez y de un problema complicado para la familia, que en última instancia
es que asume las consecuencias económicas y sociales.
Cuando una adolescente
en edad escolar padece esa situación, se producen cambios inmediatos que
marcarán su personalidad, sobre todo, por las imposibilidades de llegar a una
profesión, sin contar las dificultades que debe enfrentar en el terreno de la
manutención, tarea que finalmente recae sobre los padres más condolidos y
responsables.
Un hecho de ese tipo
obliga a los tutores a tragarse la vergüenza causada por las hijas, haciendo
los esfuerzos necesarios para enfrentar los perversos rumores que aparecen en
el escenario social por vecinos que están atentos a la vida del otro.
A la edad de 15 años,
la conducta de las adolescentes asusta por la astucia y la estrategia que
suelen emplear para engañar a los padres. Es frecuente verlas en la calle en
grupo, abandonar las aulas y cambiándose la camisa del uniforme por una blusa
para involucrarse en una aventura lúdica.
La mayoría de las
veces, esas menores dejan de asistir a las aulas para visitar las casas de los
novios y determinados refugios, donde dan riendas sueltas a la pasión,
incluyendo las cabañas, muchas veces con hombres adultos a cambio de utilidades
caras de vestir, como celulares, perfumes, prendas íntimas, pantalones, etc. Y
no son inventos míos. Conozco a varios amigos que con frecuencia suelen tener
esos episodios con adolescentes y utilizan ese tecnicismo. La virginidad de
algunas ellas a veces se pierde en esos escenarios y no peco al comentar que
sobre la marcha éstas se convierten en expertas sexuales.
Frente a los embarazos,
los padres de familia, lamentablemente, siempre deben estar preparados para
tapar las faltas de las niñas debido a que se trata de un fenómeno
aparentemente irrefrenable, que no obstante puede enfrentarse insistiendo en
las constantes orientaciones hogareñas.