<b>Las féminas constituyen más del 40 por ciento de la mano de obra agrícola de las naciones en desarrollo, e incluso hasta el 70 por ciento en algunas, según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).</b>
La Habana, 12 jun (PL) Las mujeres representan una parte significativa de la fuerza laboral agrícola en muchos países, sin embargo las condiciones de desigualdad en las que trabajan y viven atentan contra su productividad y aporte al logro de la seguridad alimentaria.
Las féminas constituyen más del 40 por ciento de la mano de obra agrícola de las naciones en desarrollo, e incluso hasta el 70 por ciento en algunas, según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
A ello se une el hecho de que son consideradas fundamentales para el desarrollo de las zonas rurales y de las economías pues a menudo trabajan más horas que los hombres y son quienes se ocupan del cuidado de los niños, los ancianos y los enfermos.
Aunque su aporte resulta evidente, la mayoría de ellas sigue laborando en inferioridad de condiciones y afrontan más obstáculos para lograr su acceso a servicios públicos, protección social, oportunidades de empleo dignas.
La FAO plantea que si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres podrían incrementar los rendimientos agrícolas ya que cuando son empoderadas económica y socialmente, se convierten en agentes de cambio a favor del crecimiento, el progreso social y el desarrollo sostenible.
Asimismo pueden aumentar su productividad agrícola entre 20 y 30 por ciento, elevar la producción y, en última instancia, liberar del hambre a millones de personas.Por tal motivo, los expertos opinan que potenciar la igualdad en el acceso de las mujeres a los insumos (semillas, herramientas, fertilizantes), a la educación y a los servicios públicos contribuiría significativamente a lograr la seguridad alimentaria y una mejor nutrición para todos.La violencia en el tapeteLa poca atención prestada a la conexión existente entre el género, la violencia y la seguridad alimentaria es centro de atención de algunas investigaciones, sobre todo teniendo en cuenta el importante papel que desempeñan las féminas en la producción y en el entorno familiar.
En tal sentido remarcan que la discriminación por motivos de género fomenta la malnutrición y el desempoderamiento de ese grupo poblacional, pese a que diversas experiencias muestran que en manos de las mujeres, los comestibles tienen más posibilidades de llegar a los niños que los necesitan.
Algunas de esas investigaciones recogen situaciones que tristemente acontecen en pleno siglo XXI.
Por ejemplo, las prácticas discriminatorias aplicadas en las comunidades rurales generan con frecuencia desequilibrios en la distribución de los alimentos dentro del hogar, de forma que, por lo general, las mujeres y las niñas tienen acceso a alimentos menos nutritivos y en menor cantidad que los hombres y los niños.
Durante los períodos de hambruna se dan casos de familias pobres que casan a sus hijas prematuramente para tener una boca menos que alimentar. Otro caso alarmante es el de las refugiadas quienes con frecuencia se ven obligadas a prostituirse a cambio de algo que comer.
La exposición a violaciones y a otras formas de agresión también tiene entre sus víctimas a las viudas pues sufren persecuciones por motivos relacionados con la propiedad de la tierra.
En dicho entorno, la FAO y otras instituciones reiteran la importancia de impulsar iniciativas orientadas a mejorar la seguridad alimentaria y nutritiva, incrementar los ingresos, fomentar el liderazgo y la participación en las instituciones rurales y crear una política medioambiental más responsable a nivel nacional e internacional. Todo ello en aras de avanzar en la igualdad de género.