<b>Ser policía es una
profesión digna, pero en la medida que pasa el tiempo la han convertido en
miserable. Se corren muchos riesgos y hay pocas compensaciones sociales ni
económicas. A pesar de esas características, miles de jóvenes se inclinan por
ese oficio y la razón es clara: tener poder. Y de hecho es así, a parte de la
vocación de servicio.</b>
En Estados Unidos, para
citar un ejemplo, un policía tiene muchas reivindicaciones y marcados
privilegios. Pese a que los sueldos varían (para el año 1993 devengaban 45 mil
dólares por año), tienen compensaciones especiales como son seguro médico de
alto rendimiento, vacaciones, un horario de 8 horas de trabajo, facilidades
para adquirir viviendas y vehículos, están bien protegidos con equipos modernos
y están sindicalizados, entre otras cosas.
En Febrero del 2008, el
estado de Washington tenía el salario básico más alto de todos los 50 estados
norteamericano, con California, Massachusetts y Oregon siguiéndolo de cerca.
Kansas City tenía el salario básico más bajo. Los ayudantes de Jefe de Policía
tienen un salario aproximado de 65,000 dólares anuales.
En América Latina la
situación es caótica. En México, por ejemplo, numerosos policías siguen
recibiendo una paga mensual equivalente a 350 dólares o menos, a pesar de las
acciones emprendidas para aumentarles los ingresos y reducir la corrupción, de
acuerdo con un informe del gobierno difundido recientemente. Al no recibir
buenos salarios una gran parte de esos uniformados se ha refugiado en las
dádivas que reciben del narcotráfico y de otras actividades ilícitas. La misma
escena se observa en el resto de las naciones del hemisferio.
En nuestro país el
panorama es parecido. Los agentes de uniforme gris andan en las calles mal
protegidos con salarios de hambre que los obliga a realizar jornadas extras en
supermercados, agencias de cambio y otros negocios con propósitos bien
definidos, prestan servicios a terceros que están vinculados al crimen
organizado, viven en zonas precarias y algunos hasta atracan. No obstante esas
particularidades, la mayoría de nuestros policías son buenos profesionales,
excelentes investigadores y actúan con dignidad.
El policía es un ser
humano igual que cualquier otro, pues no escapa de los problemas nacionales y
de una crisis mundial. No puede evitar las enfermedades en su familia y mucho
menos el cansancio que genera trabajar cada día. Tienen la difícil tarea de
proteger a la población de una delincuencia que cada día atemoriza a los ciudadanos
y toma más terreno con sus acciones. Lo peor de todo es que muy pocas personas
respetan a los policías; ya no confían en ellos, y hasta los desprecian.
Hace unos meses los
periodistas Minerva Isa y Eladio Pichardo publicaron una investigación sobre el
trabajo de estos esforzados agentes dominicanos en la cual se refleja la
crítica su situación. Veamos:
“Ruda faena cuando
prende el sol y pica el hambre y las deudas y líos le golpean la mente, en
medio de las presiones familiares porque salió del hogar sin dejar el pan.
Labor ingrata, menospreciada, salpicada por vejámenes a que les somete un
superior jerárquico y el repudio ciudadano por las inconductas policiales.
RD$177, promedio diario que los convierte en pedigüeños o delincuentes,
fracción de los RD$5,320.90 mensuales del salario de un raso de la Policía
Nacional sin deducir los descuentos, que apenas cubre el 25% de la canasta
familiar básica, sobre los RD$20,000 mensuales”, expresaron (Ver publicación de
fecha 21 de abril del 2009, periódico Hoy).
Los tiempos han
cambiado y también los niveles de vida. Lo razonable entonces es que a nuestros
policías les garanticen un efectivo sistema de seguridad y de bienestar a
través de planes y programas que propicien elevar la calidad de vida junto a su
familia. Esta es una tarea que debe lograr, paso a paso, el Instituto de
Seguridad Social de la Policía (ISSOPOL). Sin dudas, me imagino que ese
organismo está trabajando por la dignificación de estos esforzados ciudadanos.
Cuando estamos en
apuros pedimos auxilio a los policías, pero la verdad es que en las condiciones
que están es difícil que cumplan con esa misión. Un profesional mal remunerado
no se siente motivado a rendir un óptimo servicio ni tampoco arriesgaría la
vida por la Patria. Que se entienda eso.