<b>SANTIAGO.- La ausencia casi total de vigilancia especializada, sumada
al deterioro de algunas estructuras, paulatinamente convierten muchas plazas y
parques de esta ciudad en lugares que no garantizan a la ciudadanía disfrutar
allí del solaz y esparcimiento.</b>
Aquellos años recientes, cuando la gente los visitaba junto a sus
descendientes, para disfrutar de las maravillas de la naturaleza, sumadas a las
obras humanas, peligrosamente se están convirtiendo en cosas del pasado.
En lugar de esto, plazas y parques ahora son frecuentados por
borrachos, drogadictos, homosexuales, lesbianas y hasta vendedores ambulantes
comenzaron a establecer sus improvisados negocios.
El parque Duarte, emblema local de ese tipo de lugares públicos,
localizado en el mismo centro de la ciudad, vertiginosamente va perdiendo su
esplendor e importancia histórica y sus visitantes de antaño ahora tienen que
conformarse con evocar aquellos años donde desde su vetusta glorieta
disfrutaban de las frecuentes retretas de la que era escenario.
Hoy, el parque Duartees
utilizado para ofertar ropas, calzados, pinturas, artículos comestibles y hasta
un pequeño negocio de venta de celulares y accesorios para esos aparatos ya opera
allí.
Ubicado justo frente al edificio donde está localizada la sede del
Poder Ejecutivo en la provincia, los venduteros se han ido adueñando del
entorno, donde ahora convergen con los tradicionales limpia botas, mientras que
los coches tirados por caballos son prácticamente inexistentes, pues se han
visto en la necesidad de ceder el espacio para que rutas de conchos se ubiquen
allí sin ningún control ni regulación por parte de la Autoridad Metropolitana
de Transporte (Amet) con lo que se provocan grandes taponamientos vehicular,
especialmente en la esquina que forman las céntricas calle Del Sol y la 30 de
Marzo.
Parque Colón
Este lugar, que junto con el parque Duarte son los lugares emblemáticos
del centro de la ciudad, producto de la falta de vigilancia, especialmente en
horas de la noche, ha sido víctima de robos de algunas de sus estructuras de
metal, bombillas y cables eléctricos, las que se supone fueron vendidas a
metaleras.
Trozos de una gruesa cadena que servía de perímetro a tres réplicas de
las carabelas Pinta, Niña y Santa María, hace tiempo que fueron robados,
mientras que otro pedazo fue arrancado de su base y así permanece en el suelo,
a la espera de que la Alcaldía decida reponer las áreas dañadas.
Simeón Turbí, quien tiene a su cargo el cuidado de ese parque, se
lamenta de que la vigilancia diurna y nocturna sea casi nula, lo que propicia
los hechos delincuenciales e inmorales que allí constantemente se escenifican,
resaltando entre ellos la presencia de homosexuales y lesbianas y hasta personas
(presumiblemente haitianos) que aprovechan la oscuridad para defecar.
La otrora llamativa iluminación que distinguía ese parque casi ha
desaparecido, porque de allí han desaparecido bombillas, lámparas y gran parte
del cableado eléctrico, especialmente en el lugar donde fue construido un
anfiteatro.
Parque Los Chachaces
Ubicado en el cuadrante compuesto por las calles Sabana Larga,
Independencia y Restauración, así como la avenida Juan Pablo Duarte, en la
parte alta de la ciudad, parte de su área es utilizada por personas que
básicamente van a dormir sobre sus bancos o a jugar barajas, sin importar la
hora del día o la noche.
Un enorme árbol que el tiempo se encargó de derribar hace algunos
meses, permanece obstaculizando uno de sus áreas para caminar, al parecer
porque las autoridades del departamento de Plazas y Parques de la Alcaldía no
se han enterado de la situación.
Parque Ercilia Pepín
Enclavado justo en uno de los laterales del hospital José María Cabral
y Báez, también acusa cierto grado de descuido, especialmente en la poda de sus
árboles y jardinería, hasta tal punto que Bienvenido Merán, encargado de
supervisarlo, se ve en la necesidad de barrerlo con una “escoba” que él creo,
en base pedazos de canas, con cuyo utensilio hace lo que puede al momento de
apilar las hojas y demás desperdicios que halla cada mañana.
En algunos lugares se pueden observar roturas de las lozas instaladas
en la superficie, vestigios que siquiera han sido retirados y muchos menos
reemplazados, para devolver la estética a ese sitio público.
Plaza Valerio
Se trata de un extenso y tradicional sitio ubicado en la parte baja de
la ciudad y que por muchos años ha servido para la congregación de los
residentes en sectores como La Joya, Baracoa, Tabacalera y Hospedaje Yaque. Hasta
hace poco sirvió como escenario de las congregaciones de lechones y comparsas
en las épocas carnavalescas.
Sin embargo y a pesar de que es el único parque de su género que cuenta
en su interior con un destacamento policial, la vigilancia es prácticamente
nula, por lo que es normal ver allí a drogadictos, borrachos y personas amantes
de sus sexos en poca disimulada actividad.
Simón Rosario, encargado de mantener adecuadamente la plaza, hace más
allá de lo que puede, pero teme enfrentar a quienes la utilizan de manera
inadecuada, ante el temor de ser atacado físicamente por los desaprensivos.
En todos esos lugares hay un denominador común: que la vigilancia
llamada a ser realizada por personal especializado de la Alcaldía apenas se
produce en horas del día (especialmente hasta media mañana) por lo que el resto
del tiempo las plazas y parques permanecen a merced de la ciudadanía.
Los supervisores de esos lugares entrevistados coincidieron al precisar
que la forma más práctica es volviendo a instalar vigilancia las 24 horas, ya
sea con personal que forma parte de la nómina del cabildo, o contratando una
empresa privada.