Francisco
Alberto Santana Torres, joven de 25 años, conocido entre sus parientes y
allegados solo por Francis, hace un tiempo que padece de cáncer de colon,
enfermedad catastrófica a la que hay que andarle rápido y a tiempo, para evitar
que llegue lo peor.
Pero sucede que
Francis, residente en Los Alcarrizos y que sus ingresos como empleado de una
empresa no llegan a los RD$15 mil, aparte de que sus hermanos y hermanas
dependen de muy poco para vivir, sufre en carne propia el drama que le ha traído
su enfermedad. Y lo que es peor: su único hijo, Mickel, apenas tiene dos años
de edad.
En el Instituto
Oncológico Doctor Heriberto Pieter le han puesto un tratamiento a seguir en el
que tiene que aplicarse un total de once quimioterapias, cada una con un valor
de 117 mil pesos. Multiplicado por 11, eso asciende a un millón 287 mil pesos.
Dos medicamentos que le indicaron a
Francis: Avastín e Irinotecan, usados en el tratamiento de quimioterapia del
cáncer rectal y de colon metastásico, consumen la mayor parte de esa suma.
Pero este joven tiene el terrible dilema que el
seguro de salud que él tiene en la empresa donde labora apenas le cubre un
máximo de 7 mil pesos.
Francis, tímido
en el trato con los demás, se le hace prácticamente imposible ponerse él mismo
al frente de una campaña en busca de fondos para costear el cáncer que le afecta
desde hace un buen tiempo.
Sus hermanos y
hermanas tampoco tienen esa dinámica natural de abrirse puertas con tal de
mendigar solidaridad para intentar curar a su pariente. Entendemos que el
tratamiento de las enfermedades no debieran de estarse mendigando, y mucho
menos las de peores riesgos.
Con el caso de Francis y de tantos infelices dominicanos
que sufren enfermedades catastróficas, queda demostrado que enfermarse no debe
estar dentro de los parámetros de los pobres en República Dominicana.
Sencillamente, resulta imposible costear una enfermedad, y mucho peor si esta
tiene el sello de catastrófica.
Este joven tuvo
la oportunidad de que quien escribe le adelantara una gestión ante el
Ministerio de Salud Pública para que le costearan algunas de las once
quimioterapias que tiene que aplicarse en el Oncológico. Se consiguió una
comunicación en esa institución estatal de, de primera intención, pensamos
sería de gran ayuda.
Pero vaya usted
a ver. Cuando Francis y una de sus hermanas acudió al área de caja del
Oncológico, sencillamente allí le comunicaron que “Salud Pública tiene el
crédito cerrado aquí, y esa carta no te vale de nada”.
Mientras tanto,
Francis corre el terrible dilema de no poder curarse ni ver crecer a su hijo, como
otros miles de pacientes de cáncer en este país.