José Oscar Fernández es un acucioso periodista del
género deportivo, principalmente el boxeo, que hoy está postrado en una cama
aquejado de la diabetes y una crisis renal crónica.
Recientemente fue tratado en el Instituto de la
Diabetes, donde le fue amputada una pierna debido a las serias complicaciones
de su estado de salud. <br>
Este valioso profesional del periodismo ahora debe
lidiar de por vida con una enfermedad renal que lo obliga a dializarse tres
veces por semana. También, con los problemas económicos.
Como José Oscar Fernández, hay otros comunicadores
padeciendo una situación crítica de salud. Conozco el estado de miseria en que
se desenvuelven muchos comunicadores. Otros padecen el mismo cuadro clínico de
José Oscar Fernández y se encuentran recluidos en sus hogares aferrados a una
merecida pensión de mala muerte. La lista de casos resultaría interminable.
Lo lamentable de esta dolorosa escena es que la
familia del colega ya ha agotado los recursos económicos que disponía en cubrir
tratamientos médicos, lo que ha obligado a buscar ayuda, como es lógico suponer,
cuando las reservas se agotan.
Oscar Fernández ha caído en las redes de las llamadas
“enfermedades profesionales” que tanto acosan a los periodistas (hipertensión
arterial, diabetes, estrés, cáncer de próstata e infecciones renales crónicas).
Pero la más terrible enfermedad es la escasez de circulantes. La situación
económica de la mayor parte de los periodistas es caótica, a excepción de una
minoría de éstos profesionales, que tiene fortuna para el resto de sus días,
pero son pocos solidarios en estos casos.
Los periodistas ejercemos en medio de las
precariedades. Muchas veces acudimos al pluriempleo para enfrentar las
principales necesidades de la familia, en lugar de involucrarnos en negocios
ilícitos, como hacen algunos, valiéndose de truchimanerías o extorsiones
aberrantes, entre otras prácticas indelicadas.
Trabajamos como animales todo el año, agotamos mucha
energía con el trabajo intelectual, vivimos en condiciones pésimas, y nunca podemos
tener una capacidad de ahorro sostenible y digno porque lo poco que ganamos lo
invertimos en casos de emergencia familiar y personal: salud, educación,
transporte, alimentación y otros. Es un cuadro incómodo que con el devenir del
tiempo concluye con un adiós final dentro un ataúd de menor cuantía, que deberá
depositarse a toda prisa en un camposanto de pobres.
José Oscar Fernández no tiene dinero y necesita
recursos para costear los servicios de salud en el Instituto de la Diabetes y
otras necesidades propias del momento, como lo es continuar con el tratamiento
de la insuficiencia renal crónica que padece, además de otros gastos
coyunturales que como ser humano debe enfrentar.
Estoy seguro que los periodistas de la crónica
deportiva, los amigos empresarios, el Ministerio de Deportes y Recreación, así
como las empresas sin fines de lucro, la clase política que tantos recursos
malgasta en campaña, entre otros sectores sensibles de la sociedad, acudirán al
llamado de este buen comunicador.
No conozco personalmente a José Oscar Fernández, pero
soy periodista como él y me afecta ver la situación en que se encuentra. No
olvidemos que somos hijos de la muerte y que todos vamos directo al frío
destino del juicio final, como reza la Biblia, de manera que seamos solidarios
con este gran profesional.
Hoy estamos sanos y rebosantes de salud. Mañana
podríamos vernos de repente en la misma situación de él. Ayudémosle, pues.