<p style="font-weight: bold;">Dos cartas, la primera de MIguel Guerrero, la segunda de Juan Bolívar Díaz, ambos reputados periodistas dominicanos, que podrían quedar para la historia de las elecciones dominicanas del 2012. La reproducimos, por su valor e importancia periodística y para que sean valoradas por nuestros lectores.
<p style="font-weight: bold;">A continuación, el texto íntegro de la declaración de Guerrero:
Durante muchos años, he hecho una costumbre reunir en mi casa a un
grupo de amigos, en su mayoría periodistas, para escuchar a
personalidades de la vida nacional, en el campo de la política, los
negocios, la cultura y el deporte. En ocasión de la puesta en
circulación de algunas de mis obras, las reuniones han sido con libreros
y críticos literarios. En cada campaña electoral, las citas me
permitieron tener en mi residencia a candidatos y políticos. El actual
presidente fue en 1996 uno de esos invitados, tan cercano a las
elecciones que llegó a acusárseme de parcialidad. Por casi dos años, he
intentado sin éxito de hacerla con Danilo Medina. Las gestiones con el
candidato del PLD, a través de uno de sus voceros, Rafael Ovalles, quien
por mucho tiempo compartía los comentarios en mi programa y a quién
confié por respeto a las ideas ajenas el segmento de entrevistas, el más
importante del espacio, no recibieron respuesta.
En el programa radial que conducen Martínez Pozo, Euri Cabral, Maria
Elena Núñez y Víctor Gómez Casanova, se dijo este viernes que el lunes
pasado nos habíamos reunidos un grupo de catorce periodistas con el
señor Hipólito Mejía, para conspirar contra el gobierno y desprestigiar
lo que ellos llamaron el triunfo electoral del señor Medina y crear una
situación de inestabilidad en el país. También se dijo, sólo Dios sabe
con qué malsanos propósitos, que entre los invitados había un
funcionario de un prestigioso banco comercial, lo cual es incierto.
Quiero informar que esa no fue la primera ni será la última reunión
que yo celebre en mi casa con el señor Mejía y que no hemos podido
celebrarla con el señor Medina porque éste, con quien me he reunido
varias veces en mi oficina, no ha querido concederme ese honor. El señor
Mejía es un amigo que aprecio y a quien he tratado desde los días en
que se desempeñaba como Ministro de Agricultura, durante el gobierno de
don Antonio Guzmán. Durante la presidencia del señor Mejía fui un
crítico de sus ejecutorias y la esencia de muchos de mis escritos
inspiró después mi libro “Tocando fondo”, que es una historia de la
crisis económica del año 2003, originada en el más grande de los
crímenes económicos contra la República: la quiebra fraudulenta del
Baninter.
Mis críticas a su gestión, que pueden leerse en mi columna de El
Caribe desde agosto del 2000 hasta agosto del 2004, nunca afectaron esa
relación y él siempre ha expresado respeto por mis ideas y yo, desde mi
perspectiva de periodista, también he respetado las suyas. De manera
pues que no tendría reparo alguno en reunirme cuantas veces el señor
Mejía quisiera honrar con su visita el hogar donde nacieron y he visto
crecer a mis hijos, sea en un plano estrictamente personal o en la grata
compañía de aquellos colegas y amigos que estuvieron en nuestra más
reciente reunión del lunes en mi apartamento.
Las temerarias e irresponsables acusaciones lanzadas en el programa
de los señores y la dama señalados, me obligan a hacer la siguiente
reflexión que todo ciudadano preocupado por el curso que lleva la nación
tiene también el deber de hacerse: ¿Desde cuando en un país
democrático, constituye una actividad conspirativa reunirse con un
candidato de oposición, o reunirse, lo que no fue el caso, para darle
apoyo, o reunirse, tampoco fue ese el caso, hablar mal de un gobierno?
La señora Núñez me llamó por teléfono para que diera una explicación
de la supuesta conspiración urdida en mi casa denunciada en su programa
por el señor Martínez Pozo. Le dije lo que correspondía, que no tenía
que darle satisfacción alguna, porque nadie tiene derecho a fisgar lo
que hago en la mía, como no es asunto mío lo que él o ellos hagan en las
suyas, un derecho que nadie puede regatearles ni acusarlos por ello de
conspirar para evitar el triunfo de la oposición.
Ante todo esto, quiero expresar mi profunda preocupación ciudadana
por la peligrosa situación a que hemos llegado en el país, en la que,
como en los viejos tiempos de la tiranía, se quiere intimidar a la gente
pretendiendo hacer ilegal reunirse pacíficamente con un candidato,
espiando a los ciudadanos en sus hogares. Y expresar como profesional
del periodismo mi también profunda consternación porque se utilice la
radio para denigrar a ciudadanos por el sólo hecho de ejercer sus
derechos de forma civilizada, levantando contra ellos falsos expedientes
que ponen en peligro su seguridad y la de sus familias, en medio de un
proceso en que el país se lo juega todo, incluso su más elemental
aspiración de alcanzar cierto grado de adecentamiento de la vida
pública.
Miguel Guerrero.<br>
<p style="font-weight: bold;">A continuación, la declaración íntegra del prestigioso periodista Díaz
Yo estuve en la conspiración de Miguel Guerrero
No puedo salir del asombro por el hecho de que cuatro destacados
comentaristas radiofónicos hayan denunciado la reunión celebrada en el
apartamento de Miguel Guerrero por un grupo de periodistas con el
candidato presidencial Hipólito Mejía como una conspiración contra el
gobierno y para desprestigiar lo que consideran el seguro triunfo de su
candidato Danilo Medina.
Sólo faltó que exhibieran y reprodujeran una grabación del animado
diálogo que reprodujo en ese encuentro, la prueba del delito de
espionaje, como ya hicieron recientemente primero el gobierno, en
presencia del Procurador General de la República, y luego cuatro
diputados.
De cualquier forma me parece alarmante que periodistas y
comentaristas se nutran del espionaje, si es que ellos mismos no lo
ejercen. Al grado de que llegaran a afirmar cuántos fueron los
asistentes, que a mi no se me ocurrió contarlos, y hasta trataran de
identificarlos.
Yo me gradué de espantos hace 42 años cuando en la campaña electoral
de 1970 volaron mi automóvil con una bomba y meses después una oportuna
confidencia evitó que me volaran la cabeza. Pero debo decir que desde
entonces nunca me había sentido tan hostigado por el ejercicio de mi
profesión. En aquellos años mataron cientos de personas y algunos
colegas también pagaron con sus vidas. Ahora no hay atentados contra la
integridad física, pero sí contra la integridad moral. Como muchos otros
colegas siento como nunca un esfuerzo por uniformar la sociedad, por
acallar la disensión, por excluir y estigmatizar a los que se consideran
desafectos. El gobierno tiene un aparato de medios de comunicación
propio y atrapado como nunca en nuestra historia. Con miles de
periodistas y comentaristas asalariados, decenas de ellos
multimillonarios, pero quiere acallar a algunas decenas que disienten de
ellos.
Como Miguel Guerrero, no puedo entender que colegas “defensores de la
libre expresión” denunciaran como conspiración una conversación con un
candidato presidencial. Si es así debo confesar que soy un conspirador
impenitente ya que desde que Danilo Medina se lanzó tras la presidencia
de la República he participado en por lo menos tres reuniones de grupos
de periodistas donde se discutió abiertamente su proyecto. Dos de ellas
fueron en casa del respetable colega Rafael Ovalle, y la tercera en mi
propio apartamento de Naco. Un cuarto encuentro colectivo, con un grupo
de profesionales, tuvo lugar en casa de un distinguido empresario que
apoya a Medina. En esa misma residencia yo tuve una larga conversación
con Danilo y en otras dos oportunidades en la oficina del mismo
empresario, la última de las cuales ocurrió en marzo pasado. Siempre
fueron conversaciones francas y cordiales, de las que no tengo que
arrepentirme. Ni siquiera cuando me atreví a expresar opiniones, a veces
sin que me las pidieran.
En el pasado ocurrió lo mismo en reuniones individuales o de grupos
de colegas o amigos, con Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez, Salvador
Jorge Blanco, Jacobo Majluta, Hipólito Mejía, Maximiliano Gómez, Otro
Morales, Fafa Taveras, y Rafael Chaljub Mejía. Incluso con Jacinto
Peynado y Carlos Morales Troncoso cuando eran vicepresidentes de la
nación, y con Leonel Fernández e Hipólito Mejía, antes y durante sus
presidencias. En cada uno de los casos estuvieron en mi casa y yo en la
de ellos, excepto los que tuvieron que vivir en el clandestinaje. La
primera reunión donde mi amigo Leonel discutió abiertamente las
perspectivas de su candidatura presidencial con un grupo de periodistas,
ocurrió en mi casa en 1995 y yo además puse la cena y los tragos.
Durante los primeros dos años de su primer gobierno, participé en unas
cuatro reuniones nocturnas en casas de amigos, junto a cinco o seis
colegas. Y fueron bien francas. Pero amistosas. Lo mismo ocurrió en la
primera mitad del gobierno de Mejía. Observen que en ambos casos apenas
llegamos a la mitad del período, lo que puede ser evidencia de que la
franqueza nos distanciaba y –desde luego- que no busqué nunca el menor
beneficio del poder. Algunos de los citados lamentablemente ya no pueden
dar testimonio, pero hay varios vivos que son bien importantes.
Me produce una pena inmensa toda la mezquindad y la infamia que se
practica en esta campaña electoral. Y crecen mis temores de que
degenere en terror y en silencios, y por otra de que las pasiones
desenfrenadas desgarren una vez más la débil institucionalidad
democrática nacional. Nunca me he declarado neutral en nada y a mis
alumnos siempre les he predicado la militancia activa, jamás la
pasividad. Pero también les he invitado siempre a la tolerancia con la
diversidad, al aprecio de la pluralidad y al respeto a la honra aún de
los mayores contradictores. Me alarman tantos esfuerzos por la
estigmatización y el aplastamiento que se manifiestan en los últimos
años contra los que disienten del discurso oficial.
Tomo prestada la interjección que ha acuñado ese otro conspirador que
es Andrés L. Mate ¡Oh Dios! Y la oración con que culmina sus
enjundiosos artículos el colega de la diáspora Rafael Calderón: Que Dios
se apiade de la República Dominicana”. <br>
<span style="font-weight: bold;">Juan Bolívar Diaz</span><br>