La cúpula de los partidos políticos debe hacermáximos esfuerzos por evitar choques que
generen actos de violencia y derramamiento de sangre.
Lo ocurrido en la comunidad San Víctor, en la
provincia Espaillat, donde murió el señor Antonio Peña Ramos en un incidente
mientras militantes perredeistas y peledeistas desarrollaban un “bandereo” debe
ser motivo de preocupación para todos los sectores de la sociedad nuestra.
Pudimos ver el vídeo del incidente y observamos con
asombro cómo algunas personas blandían armas de fuego en actitud amenazante en
un ambiente donde incluso había niños involucrados en el activismo
proselitista.
Es el primer muerto de la presente campaña electoral y
esperamos que sea el último. Lo decimos en ese tono porque el lamentable suceso
de produce en medio del activismo político.
En principio, se creía que se trataba de un enfrentamiento grupal, pero las
investigaciones de la Policíay de las
comisiones designadas por los partidos involucrados en el incidente dieron como
resultado que se trató de un asunto personal por viejas rencillas entre dos
personas que participaban la actividad.
En ese incidente fue aprovechado por la dirigencia del
PRD y partidos aliados para sacar capital político. Los comunicadores sociales
que simpatizan por este partido siguieron como Satanás echando leña al fuego,
incitando a tomar medidas irracionales. Se apresuraron y anunciaron un
sometimiento judicial contra dirigentes del partido morado, sin esperar el
resultado de las investigaciones. Fue otra metida de pata de las tantas que
cometen los estrategas del partido blanco.
Nuestra sociedad todavía es inmadura en materia de
comportamiento cívico, cuando se trata de activismo político y lo demuestra la
postura asumida por los activistas en los llamados “bandereos” que se
caracterizan, entre otras cosas, por el irrespeto al derecho al tránsito
vehicular y peatonal de los ciudadanos.
Lo del domingo 8 de marzo es un ejemplo evidente de lo
que estamos señalando. Miles de vacacionistas llegaron tarde a sus hogares
porque los activistas políticos ocuparon las carreteras y avenidas con banderas
y símbolos, contribuyendo con esa actitud a obstaculizar las vías públicas.
Se trataba de un torpe pugilato por imponer a la
fuerza las simbologías políticas a los ciudadanos que observaban temerosos la
actitud de los militantes de ambas organizaciones.
Da pena ver como surgen discusiones agresivas en los
entornos de los centros públicos de diversión donde se ingiere bebidas
alcohólicas. Las pasiones políticas han dividido a muchas familias y propiciado
la enemistad entre amigos. Se observa mucho odio en las campañas políticas, lo
que significa que el término “civilidad” nos queda grande todavía.
Las agresiones físicas, de palabras y mediáticas deben
desaparecer del escenario dominicano en estos momentos tan decisivos para el
porvenir de la democracia del país. No es justo que a tantos años de
modernismo, continuemos asumiendo posturas de salvajes.
Los dirigentes políticos
deben frenar desde ya, si es que tienen la suficiente decisión para hacerlo, el
desbordamiento de las pasiones y tratar de ganar el poder con gallardía,
respeto y civilidad. No podemos seguir trillando el camino del cambio social
como vulgares borregos.