Señor director: Uno que va a poner la tanda única con desayuno y almuerzo, otro que va a
poner el turismo y la agricultura a generar una enorme cantidad de divisas.
Hablo de los dos candidatos con posibilidades de ganar la presidencia de la
República, y digo que, si todo esto fuera cierto, uno podría levantarse temprano
el 20 de mayo y votar con los ojos cerrados, porque todo eso hace falta
aquí.
Pero yo hace mucho tiempo que me salí de la trampa, y pienso que uno le da la
oportunidad a unos para que negocien y ganen protagonismo pataleando y a otros
para que gobiernen repartiéndose el Estado como si fuera un pastel y como si
cada velita se pudiera tirar en una especie de garata.
He oído decir que, si fuera por las promesas de los políticos, este país
sería un pedazo de Cielo, pero aquí los hospitales siguen siendo depósitos de
enfermos, las escuelas públicas no están bien equipadas, y los economistas que
siempre dicen que arreglarán todo lo que prometen es reducir el gasto público
recortando todos aquellos programas que benefician a la gente pobre, porque los
ricos no negocian sus beneficios ni sus privilegios.
La verdad es que la campaña electoral es la mejor oportunidad para decir
cualquier cantidad de mentiras que a los candidatos se les ocurra.
Sería muy bueno que en la Constitución se consignara la revocación del
mandato al año o a los dos años, para que los funcionarios electos si, al pasar
el primer año no han cumplido sus promesas, tengan que dejar de ser funcionarios
y queden inhabilitados para volver a ocupar cargaos públicos.
Las curules en el Congreso y en los cabildos deberían representar puestos
honoríficos a ver si habrá el mismo número de hombres y mujeres dispuestos a
sacrificarse.
La verdad que en estas elecciones, los candidatos, incluyendo los llamados
alternativos, son, en realidad, un grupo de personas que viven muy bien, que no
conocen los sacrificios de los pobres y ni siquiera de la parte menos
privilegiada de la capa media. Tenemos que articular una opción verdaderamente
alternativa.
Atentamente,
Rafael Matos Hernández
Santo Domingo