La guerra y la política van irremediablemente
unidas. En muchas ocasiones, la guerra se traduce en una forma superior de
política, cuando son insalvables los choques económicos.
A la guerra no se va para ver muertos o tirar
bombas. Detrás de una declaración o acción bélica, está la supremacía
económica.
La política es casi igual. Se va a un torneo
electoral a ganar. Se puede perder, pero creo que en ninguna cabeza en su sano
juicio va a un torneo con el sentimiento de que es un perdedor. Por lo menos,
si los que buscan el poder se encuentran entre los tres sectores que tienen
mejor influencia de votos.
A pesar de que están irremediablemente unidos, una
cosa es la guerra y otra la política, cuando se está en tiempos de paz, y cuando
por medios civilizados y democráticos, se quieren ganar unas elecciones.
La violencia, y la sangre, en consecuencia, no
caben en un torneo electoral democrático, y donde se espera que gane el que más
popularidad tenga, y que los otros acepten la derrota.
La mayoría de las elecciones dominicanas han
generado
hechos de violencia. En unos casos, han sido
asonadas individuales, y en otros institucionales.
Recuerdo la era de los doce años, cuando los
militares colocaban el pañuelo colorao en la punta de fúsilles. En un torneo
democrático eso es violencia y atropello.
Hoy está en marcha un torneo electoral, que debe ser una muestra
de la democracia nacional. Todos los sectores están pàrticipando en estas
elecciones, desde los que tienen mayores grados de simpatías, hasta los que
únicamente son conocidos por un anuncio de televisión.
No hay, para estos comicios, ninguna linea
abstencionista, por lo menos de modo oficial, y eso es un buen indicativo de
que se esta marchando por buen sendero democrático.
Públicamente los candidatos rechazan la violencia,
y se ha firmado un pacto de civilidad, contando con la mediación de la Iglesia
Católica. Todos deben luchar para que la violencia no empañe el actual proceso
electgoral.
Si se
desata en estos comicios el caballo de la muerte, nadie lo podrá detener. El
pueblo quiiere paz. Y le toca al liderazgo político complacerlo.
Por todos los medios, los partidos y sus altos
dirigentes, deben evitar hechos de sangre en la campaña electoral. Paz y
tranquilidad es lo que necesitamos.
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