El dilema de vivir es hoy más complejo que nunca. Mucha gente se ve tentada a optar, por ejemplo, y hablo en términos figurados, entre un Corolla o un Jaguar. El Corolla puede ser real, y el Jaguar una mera ilusión, pero convertida esta en opción, nada malo tiene en optar por este último.
Alguien me hablaba con el corazón en las manos, o sea con sinceridad, de ese dilema de le vida a la que se enfrenta el ser humano. El dilema de elegir entre lo conveniente y lo que se ambiciona. Me narraba, cuán difícil es enfrentarse a esa realidad, pero me decía que si las circuntancias la colocaban en esa disyuntiva preferiría el Jaguar, aunque el Corolla le fuera suficiente.
Y esa lógica de ver la vida en el mundo de hoy no debe de extrañar a nadie; el idealismo es lo que menos domina el pensamiento y el temperamento del ser humano de este mundo postmoderno. La vida de este tiempo está pautada por lo material, aunque siempre habrá honradas excepciones.
En el propósito de optar por un Jaguar todo vale; la amistad muchas veces pende en un hilo, la lealtad y la sinceridad fracasan y hasta el verdadero amor, si es que este existiera, podría sucumbir. En el afán de lograr un lujoso Jaguar, se dejan atrás muchos sacrificios que son los que verdaderamente y al final hacen posible una vida de lujo del ser humano.
Pero la racionalidad de esta época recomienda que nadie se ofenda si en algún momento entiende que su rol en la vida es la de un Corolla y no de un Jaguar. Al contrario, debe de aceptarlo con dignidad y decoro, a sabiendas de que, como dice el refrán, “más p alante vive gente”.
Y es que la lógica indica que nadie en su sano juicio, claro, en un sano juicio de este tiempo, que pueda montarse en un Jaguar, optaría por escoger un Corolla, y que me excuse la Toyota por la alusión a este modelo.
Obviamente, quien opta por un Jaguar deberá entender que la vida es como un remolino, y probablemente para lidiar con la cotidianidad agitada, en un país donde el día más claro llueve, podría serle más útil un Corolla.
Esto viene al caso por la complejidad del mundo en que vivimos y las confusiones que la misma sociedad, a través de todos sus recursos, incuba en las generaciones de jóvenes en su lucha por alcanzar el éxito.
Probablemente, un Corolla sea el comienzo para un éxito sostenido que dirija al éxito real y que el Jaguar, por el costo de su mantenimiento, se constituya en un dolor de cabeza para su dueño que apuntale el principio de un fracaso.
Pero eso es lo que puede estar pensando uno como yo, medio quedado en el tiempo, no así alguien de la presente generación, que con sobrada razón entiende que se le presenta el dilema del Corolla o el Jaguar, se queda con el Jaguar.
No dudo que a mí me haya pasado en algún momento de mi vida, que por no tener la visión depurada de la gente de este tiempo, haya dejado perder un Jaguar, y por ese motivo u no otro, ando de lo más orondo en mi Corolla.