La Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte), debería tomar en cuenta para su premiación de este año la Asamblea Nacional del 27 de febrero, en varias categorías. La Asamblea Nacional, donde se reúnen diputados, senadores, dirigentes políticos y funcionarios gubernamentales civiles y militares para escuchar la rendición de cuentas del año anterior del presidente de la República, fue un show digno de tomar en cuenta para los premios Casandra.
El encuentro, transmitido por radio y televisión en una cadena formidable de mal sonido y pésimas imágenes, debe ser nominado como Mejor Actor, Mejor Guión y mejor Espectáculo o Show del Año.
En las tres categorías subiría a recibir el premio que entregan la Cervecería Nacional Dominicana y Acroarte, el presidente de la República. El mandatario es un gran actor. Sólo había que verlo leyendo en el telepronter, dando la sensación de que estaba improvisando. Había que verlo moverse, gesticulando, ver cómo se detiene para escuchar los aplausos de su claque, mueve las manos….
De ser nominado como actor del año por su actuación en la Asamblea Nacional, ganaría de calle. Va de robo.
El guión no pudo ser mejor. Durante casi dos horas, habló y habló sin grandes pausas. Su capacidad de convencimiento nuevamente la puso a prueba. Con el apoyo de las bocinas en los medios de comunicación logró su propósito. El presidente confía en la ignorancia de los dominicanos. Sabe, como lo dijera un ex secretario general de su partido, que "el mal comío no piensa". Por eso juega a mentira verdad. Las palabras vuelan sobre su cabeza sabiendo que al final el viento las llevará hasta el olvido de un pueblo ignorante y torpe.
Quiere decir que el premio al mejor guión del año está en las manos del honorable señor presidente de la República. Las bocinas así lo confirman.
La estatuilla al espectáculo del año no podemos entregársela al presidente del Senado, que es a su vez presidente de la Asamblea Nacional y secretario general del partido de gobierno, porque su papel fue de coordinador, no de productor. En un acto de grandeza, y cansado de subir a recibir estatuillas, el presidente de la República puede pedirle al presidente del Senado que le recoja el premio, cosa que seguro haría con gusto.
Con esos premios acumulados nadie le regatearía al mandatario El Gran Soberano. A los ciudadanos que escucharon el discurso del presidente por radio o lo vieron en la televisión les pasó igual que a mi: pensé que estaba en otro país, que no era de la República Dominicana que estaba hablando. ¿Les pasó igual? Toda esa bonanza, toda esa riqueza que supera la de países tan grandes y tan poderosos como China, me produjeron la sensación de estar en otro mundo, en otro planeta, no en uno de los países más pobres y atrasados del mundo. ¿Les pasó igual?
Escuchando hablar sobre empleo, alfabetización, estabilidad económica, la medalla de oro en la carrera de la economía mundial, me sentí rico, poderoso. ¿No les pasó igual?
Pero como la felicidad dura poco en casa de pobre, al terminar de escuchar al presidente me sentí pobre, harapiento, sin agua, sin luz, sin esperanza. ¿No les pasó igual? Tan pronto terminó el discurso, volví a la realidad. Miré mi entorno y comprendí que todo había sido un sueño, un espejismo producto de la desolación del desierto. Volví a mi pobreza. En el país no hay agua potable. Más del 20% de la población no tiene agua. No hay luz. El país que ignoró el presidente tiene un déficit habitacional que ronda el millón de viviendas, tiene más de tres millones de indigentes, el cuarto en el mundo, y millones de pobres adicionales. Hablar de crecimiento económico superior, de ser cierto, sería una vergüenza.
Al escuchar al presidente hablar sobre el aumento del consumo de alimentos me dije: Algún comesolo debe estarse comiendo lo mío y lo de ustedes. ¿No les parece?
El presidente dibujó el país de sus sueños igual que Balaguer, cuando niño. Tal vez el Chile del Caribe que tanto le gusta, el Nueva York chiquito que tanto anhela o de la "Tercera Vía" de Tony Blair, de la gran Inglaterra de Sir Winston Churchill.
PD: Dedico con todo mi amor y cariño esta columna a mi viejo y caro amigo Freddy Beras Goico, con la esperanza de que se recupere pronto. En serio, el 27 de febrero entendí por qué me gusta tanto su personaje Morrobel.