La vida golpea de vez en cuando. Castiga a uno. Lo coloca en el trayecto pedregoso. Uno quisiera siempre sonreír. También desea que le sonrían. Quisiera que fuera la sinceridad la que mandara y no el engaño.
Uno aspira a que lo entiendan; que se comprendan las verdades y razones de uno, sus aspiraciones y anhelos.
Uno quisiera la llegada de un abrazo a tiempo y sin condiciones. Oír un te quiero, sin condiciones. O, un ¿como te sientes?, cuando la tristeza a uno se les reflejan en el rostro.
Uno desea estar lejos de las traiciones, de esas que complican la vida más de la cuenta. Anhela una amistad pura, que acepte a uno tal cual es.
Uno quisiera que en el trayecto tortuoso de la vida, quien se le declara amigo, lo fuera realmente.
Uno debiera recibir un amor proporcionar al que ofrece. Un amor sincero. Y recibir el mismo cariño que da.
Uno no debiera estar solo ni un segundo. No debiera llorar.
Uno no debiera dar explicaciones de nada, porque confiamos el uno al otro.
La tristeza no debiera ser compañera de nadie.
En fin, uno quisiera ser feliz cada segundo de la vida, pero al parecer no es posible alcanzar esa meta. La vida es más complicada que lo que uno sueña.
Pero hay complicaciones inevitables que te llegan y te golpean. Aunque intente y trata, no logra salir de ellas.
De todo modo, todo debemos aceptar el siguiente mandato de vida atribuido a la Madre Teresa de Calcuta:
La vida es una oportunidad, aprovéchala.
La vida es belleza, admírala.
La vida es beatitud, saboréala.
La vida es un sueño, hazlo realidad.
La vida es un reto, afróntalo.
La vida es un deber, cúmplelo.
La vida es un juego, juégalo.
La vida es preciosa, cuídala.
La vida es riqueza, consérvala.
La vida es amor, gózala.
La vida es un misterio, desvélalo.
La vida es promesa, cúmplela.
La vida es tristeza, supérala.
La vida es un himno, cántalo.
La vida es un combate, acéptalo.
La vida es una tragedia, domínala.
La vida es una aventura, disfrútala.
La vida es felicidad, merécela.
La vida es la vida, defiéndela.
Madre Teresa de Calcuta.