La unidad acondicionadora del aire que debe prevalecer en el interior del Gran Teatro del Cibao, hace tiempo que no funciona con la capacidad que demanda el principal templo de las artes y el espectáculo de toda la región cibaeña. Cuando hace dos años, la actual directora general, Ivonne Cocco, asumió esa responsabilidad heredó el problema, que se ha convertido en el talón de Aquiles de su gestión. De eso no hay dudas.
La última semana fue fatídica para las autoridades del Teatro, en vista de que se desencadenó una serie de acontecimientos, producto del inadecuado funcionamiento de las 480 toneladas de aire. Esa es la realidad.
Recuerdo perfectamente cuando los productores y actores de la película “Un Macho de Mujer” encabezaron un encuentro con la prensa en la sala “Moisés Zouain”, del Gran Teatro del Cibao, en marzo pasado, la señora Cocco informó, llena de alegría, que se había resuelto el problema del aire acondicionado. Es más, pidió a los comunicadores presentes que regaran la voz, para beneficio de ese lugar.
Sin embargo, el 20 de mayo pasado y con la presencia de la primera dama, Margarita Cedeño de Fernández, el “moderno” acondicionador de aire colapsó, motivando que todos los presentes sudaran “la gota gorda” esa noche.
Alegando que el aire no estaba trabajando a capacidad, dos días después se anunció la cancelación del espectáculo “Divos y Divas” ya que, al decir de Tania Báez, si se presentaban en esas condiciones, iban a terminar como pollos horneados.
A Luisito Martí se le garantizó que su show de humor podía presentarlo el viernes pasado, y que no habría problemas con el bendito aire. Pero el calor fue tan insoportable la noche de esa velada, que el propio Luisito dijo, desde el escenario, que lo habían engañado.
Para el domingo siguiente se tenía proyectado un concierto con José Feliciano pero, seis horas antes, la dirección del Teatro, el promotor responsable de la actividad y el manager de Feliciano resolvieron cancelarlo, alegando “causa de fuerza mayor”.
Tomando en cuenta esos acontecimientos de la última semana, todo el mundo elucubró, en el sentido de que la “fuerza mayor” no fue otra que el inadecuado funcionamiento del acondicionador de aire. Para llegar a esa conclusión, bastaba con hilvanar las cosas que ocurrieron y que relatamos más arriba.
Por eso, no entiendo cómo las autoridades del Gran Teatro del Cibao ahora alegan que hay una campaña de descrédito en contra de esa institución y que el espectáculo de Feliciano “se cayó” por las pocas boletas que se vendieron.
Es cierto que escasas personas se aventuraron a comprar taquillas pero, no podía ser de otra manera, cuando la gente se enteró del desastre en el concierto que tuvo la primera dama, la cancelación del espectáculo “Divos y Divas” y el calor sofocante que pasaron quienes fueron a ver a Luisito Martí.
En un país donde la gente acostumbra a comprar las taquillas en los días previos al espectáculo (y a veces hasta horas antes) era utópico pensar que, con la admisión por parte de la directora general del Teatro, de que el aire no estaba completamente bien, y con la secuela de inconvenientes que generó ese problema, el público dispusiera de dos mil 500 pesos para adquirir una boleta, ir a ese sitio con el calor que hace, para terminar igualito que un pollo horneado. Pagar ese dinero para pasar varias horas en la antesala del infierno, francamente creo que era demasiado pedir.
Que no vengan con que hay una campaña de maledicencias contra el Gran Teatro del Cibao. Ivonne Cocco admitió públicamente que el aire funciona de manera inadecuada por lo que, en vez de buscar “chivos expiatorios”, debiera dedicarse a resolver ese asunto, a fin de que nuestra principal sala de espectáculos no continúe siendo una vergüenza para los cibaeños.