Los problemas de los hospitales públicos e incluso de algunas pequeñas clínicas privadas no se limitan a simples carencias de equipos para atender debidamente a los pacientes, sino que a menudo incluyen la falta de preparación adecuada del personal humano que sirve en ellos.
Este caso se da mayormente entre las enfermeras. En cuanto a los médicos, no todos tienen la posibilidad de actualizarse con viajes a seminarios celebrados en el extranjero, porque su situación económica no se lo permite.
Soy testigo de primera mano de lo que digo. Hace algunos meses, sufrí una hemorragia derivada de una várice esofágica, para cuyo control se me aplicaron los medicamentos de rigor, entre ellos uno comúnmente empleado en cirugías cardíacas, según se me explicó luego. Hubo un momento, tras la aplicación del medicamento por vía intravenosa, que comencé a perder el sentido: todo daba vueltas a mí alrededor, con la sensación de que me despedía del mundo de los vivos.
La enfermera de turno, sin saber qué hacer ante mi débil solicitud de auxilio, optó por llamar al médico del servicio, con lo cual perdía un tiempo precioso. Sin embargo, en ese preciso instante apareció el especialista que me atendía y, rápido en la decisión, desconectó el medicamento del suero que se me aplicaba, tras de lo cual comencé a aliviarme. La enfermera pudo haber hecho lo mismo, pero no lo hizo, no tanto por confusión sino casi seguro por incapacidad.Sobreviví, para preocupación de muchos.
No deseo culpar a la enfermera por su ignorancia supina, que es la que procede de negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse. Pero esa es la verdad.
En otros casos, hay enfermeras que carecen de la suficiente sensibilidad humana para bregar con pacientes, sobre todo con aquellos que la enfermedad misma torna en irritables. Si el paciente solicita algo, le hacen esperar una eternidad, cuando no es que reaccionan con asombrosa displicencia o discuten con el paciente. ¿Será esto por el precario salario que ganan o por los problemas acumulados en sus hogares? Es difícil explicarlo con precisión, pero la cuestión es que el problema existe.
Es por esa razón que leí con agrado la noticia de que la Primera Dama de la República, doña Margarita Cedeño de Fernández, exhortó al personal de enfermería y demás trabajadores de la salud del país, a ejercer su trabajo con calidad, amor y entrega hacia el paciente “como paso indispensable para lograr la humanización de los servicios que se ofrecen en ese sector a la población”. La dama hizo la exhortación ante decenas de enfermeras, directores de hospitales, médicos, autoridades educativas y de salud, al pronunciar las palabras centrales del acto de apertura de la Jornada Nacional e Internacional de Humanización de la Salud, efectuado durante tres días en la Casa Arquidiocesana María de la Altagracia.
Humanizar los servicios de salud y dotar a los hospitales públicos de lo que necesitan es quizás una de los mayores retos que tiene cualquier Gobierno.
Capacitar a las enfermeras también, pues aunque una gran mayoría puede sentirse orgullosa de su profesionalidad, hay otras que dejan mucho qué desear.
En cuanto a los médicos, debería establecerse una ayuda oficial para que los interesados puedan actualizarse en el extranjero, no necesariamente con estudios de post-grado, sino con la asistencia a seminarios especializados que se celebran continuamente en el mundo. Es lógico que lo aprendido se refleje positivamente en los servicios de salud.
Nuestro sincero deseo es que la Primera Dama de la Nación continúe con sus nobles actividades, que además incluyen atenciones a los sectores menos pudientes de nuestra sociedad, a fin de que nuestro país continúe su ascendente ruta hacia el progreso.