El acuerdo Global Mutirão avanza en adaptación, aunque pospone decisiones clave
La COP30 ha puesto fin a una de sus madrugadas más tensas con un acuerdo climático que deja sensaciones cruzadas. Tras horas de negociación en Belém, los países aprobaron el documento Global Mutirão, una propuesta que busca reducir el uso de combustibles fósiles pero que evita fijar objetivos concretos. El resultado sirve para mantener viva la cooperación internacional frente a un planeta que ya ha superado el umbral de 1,5 grados, aunque deja para 2026 lo que muchos consideran que debía resolverse ahora.
El presidente de la conferencia, André Corrêa do Lago, presentó el pacto como una señal de unidad global en tiempos de urgencia climática. Antes de cerrar las negociaciones, adelantó dos ejes que, según él, marcarán el rumbo de la acción futura: un mapa para revertir la deforestación y otro para guiar la transición lejos de los combustibles fósiles. Ambos planteamientos quedan ahora recogidos en el documento, aunque sin un calendario que marque el ritmo.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, celebró públicamente la aprobación del acuerdo. “La ciencia prevalece. El multilateralismo ha ganado”, afirmó. Para Lula, la COP30 debía ser un punto de inflexión. Recordó que este año la temperatura global superó de forma inédita los 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales y defendió que la comunidad internacional tenía dos caminos: rendirse o seguir adelante. “Elegimos seguir”, insistió.
El acuerdo Global Mutirão llega con avances moderados en adaptación, financiación y transparencia. Incluye referencias más explícitas a la equidad, los derechos humanos y la necesidad de acelerar la aplicación del Acuerdo de París. También reconoce que los fondos actuales destinados a la acción climática siguen siendo insuficientes y que la brecha entre lo necesario y lo disponible continúa creciendo. Esta admisión no implica un compromiso financiero adicional, pero al menos pone el problema sobre la mesa en un momento de tensión geopolítica y presupuestaria.
El texto subraya la urgencia de reducir emisiones de manera rápida, pero evita fijar obligaciones específicas para los países. Se habla de “transición”, “aceleración” y “abandonar gradualmente” los combustibles fósiles. Sin embargo, no se define cuándo ni cómo. Este vacío generó frustración entre los países más vulnerables, que reclamaban un punto de no retorno más claro y que temen que otro aplazamiento retrase la acción global hasta límites irreversibles.
Las horas previas al cierre fueron especialmente difíciles. Delegaciones de varios bloques presionaron para que la redacción incluyera una referencia directa a la eliminación del petróleo, el gas y el carbón. La oposición de algunos países productores terminó imponiéndose, lo que desplazó el debate hacia fórmulas más ambiguas. El resultado refleja una tensión constante en las cumbres climáticas: avanzar sin romper el delicado equilibrio político que sostiene la negociación multilateral.
Aun así, el acuerdo permite evitar el escenario que muchos temían: una COP sin declaración final y con un retroceso en la cooperación internacional. El propio Corrêa do Lago celebró que los países lograran mantener el diálogo hasta el final, recordando que, sin ese mínimo consenso, la agenda climática quedaría paralizada justo cuando el impacto del calentamiento global se hace más visible en incendios, sequías y eventos extremos.
El mensaje que sale de Belém es claro, aunque incompleto. La comunidad internacional reconoce la gravedad del momento, reafirma su compromiso con el Acuerdo de París y acepta que la transición energética debe acelerarse. Pero lo hace sin asumir obligaciones precisas y aplazando las decisiones que deberían definir la década crítica que ya está en marcha.
Con el acuerdo Global Mutirão, la COP30 no sale victoriosa, pero tampoco se derrumba. Deja un camino abierto y una promesa pendiente. En 2026, los países volverán a reunirse con la obligación de concretar aquello que ahora han decidido posponer. El planeta, mientras tanto, no espera.

