La Policía Federal detuvo al exmandatario tras detectar riesgo de fuga
El mapa político de Brasil volvió a sacudirse este sábado con el arresto preventivo de Jair Bolsonaro en Brasilia. La Policía Federal confirmó la detención a primera hora de la mañana, tras constatar que el expresidente había vulnerado el control electrónico que llevaba en el tobillo y que existía un riesgo real de fuga en medio de la convulsa escena política y judicial que lo rodea.
Según el comunicado del cuerpo policial, la orden fue ejecutada por decisión del Supremo Tribunal Federal. El juez Alexandre de Moraes, que supervisa el caso, autorizó la intervención después de que los agentes detectaran a las 0.08 horas del sábado que el dispositivo de seguimiento había sido manipulado. La institución sostiene que esto, combinado con la creciente movilización de seguidores del exmandatario, configuraba un escenario propicio para un intento de escape.
Bolsonaro fue detenido en su domicilio poco después de las seis de la mañana y trasladado a la Superintendencia de la Policía Federal. No se trata del inicio del cumplimiento de su pena por los delitos por los que ya fue condenado, sino de una medida preventiva. Es decir, el tiempo que pase ahora en prisión no descontará la sentencia de casi treinta años que pesa sobre él.
Detrás del movimiento policial hay otro factor clave: la convocatoria hecha por Flávio Bolsonaro, uno de los hijos del expresidente, que llamó a una vigilia masiva esta misma noche en el Jardín Botánico de Brasilia. El evento, cargado de mensajes religiosos y referencias a supuestas persecuciones, despertó alertas en los servicios de seguridad, que temían que la concentración generara el caos suficiente para favorecer una huida.
El informe policial, respaldado por De Moraes, asegura que existía un plan organizado con técnicas militares para facilitar la fuga del exmandatario. También menciona la cercanía de su residencia a la Embajada de Estados Unidos, situada a unos quince minutos en coche, como un elemento más que encendió las alarmas.
La defensa de Bolsonaro había solicitado el viernes que cumpliera su condena en arresto domiciliario por razones humanitarias. Sin embargo, el Supremo rechazó la petición. La decisión se sumó a la larga lista de reveses legales que ha enfrentado desde que fue declarado culpable de organizar una trama para mantenerse en el poder a través de un golpe de Estado.
La sentencia, de 27 años y tres meses de prisión, lo responsabiliza de una serie de delitos graves: golpe de Estado, abolición del Estado de derecho, creación de una organización criminal armada, daños agravados a edificios públicos y deterioro de patrimonio histórico. Además, incluye una inhabilitación que se extenderá hasta ocho años después de que termine su condena. Si no hay reducciones, ese plazo terminaría en 2060, cuando Bolsonaro tendría 105 años.
El arresto preventivo no cambia el fondo de su situación judicial, pero sí intensifica la tensión política. Brasil lleva meses dividido entre quienes consideran que su condena es un triunfo institucional y quienes creen que se trata de una persecución motivada por rivalidades políticas. La vigilia convocada por su hijo apunta a una noche pesada en Brasilia, donde se espera una fuerte presencia policial para evitar incidentes.
Lo cierto es que la detención llega en un momento crítico, con el país aún intentando cerrar las heridas del asalto a los poderes públicos en 2023 y con un bloque bolsonarista que no ha dejado de movilizarse. La imagen del expresidente siendo escoltado por agentes marca un punto más en una historia que sigue acumulando episodios de alta tensión y que, a estas alturas, parece lejos de apagarse.
En las próximas horas, el Supremo definirá las condiciones de su detención preventiva. Brasil observa, una vez más, cómo su política se mueve al filo de la incertidumbre.