Bancos centrales aceleran el giro hacia monedas alternativas ante un mundo más incierto
NUEVA YORK.-La reconfiguración del mapa financiero mundial ya no es una idea abstracta: es una realidad que avanza a golpe de conflicto geopolítico, tensiones comerciales y una economía global que se mueve con vértigo. En medio de ese escenario, el último informe de BestBrokers retrata un cambio silencioso pero firme en la estructura de las reservas internacionales. El dólar estadounidense, durante décadas el ancla indiscutible del sistema monetario global, enfrenta su participación más baja en más de 30 años.
Un viraje gradual que rompe una larga hegemonía
A mediados de 2025, los datos del FMI colocan al dólar con apenas 56,3% de las reservas asignadas. La cifra, aunque todavía dominante, se ubica muy lejos del 70% que ostentaba a principios de siglo. La caída no es un derrumbe, sino una estrategia coordinada de diversificación: los bancos centrales comenzaron a mover ficha con más euros, más yenes, más oro… y también con monedas consideradas “no tradicionales”, desde el dólar canadiense hasta el won surcoreano.
Este viraje responde a dos factores centrales. Por un lado, las sanciones estadounidenses y la creciente instrumentalización del sistema financiero han hecho que muchos países vean la concentración en dólares como un riesgo político. Por otro, la expansión económica y diplomática de China impulsa lentamente la presencia del renminbi, aunque su avance sigue limitado por los controles de capital y la falta de transparencia financiera.

Un recorrido marcado por crisis, guerras y tensiones crecientes
El comportamiento del dólar en las últimas dos décadas es un espejo de los grandes sobresaltos globales. La crisis financiera de 2008 provocó una reducción de más del 4% en las reservas en dólares tras la caída de Lehman Brothers. La crisis de deuda europea dejó otra herida en 2012. Más adelante, la llegada del COVID-19 volvió a tensar el sistema y redujo las tenencias entre 2019 y 2020.
Pero no fue sino hasta 2022 cuando ocurrió la caída más abrupta: cerca de un 9,6% entre marzo y octubre, detonada por la invasión rusa a Ucrania y la primera guerra de gran escala en Europa desde 1945. A esto se sumaron las tensiones entre Estados Unidos y China, que empujaron a varios países de Asia y Medio Oriente a buscar mayor independencia monetaria.
A mediados de 2023 y 2024, el movimiento se reforzó. La volatilidad en los bonos del Tesoro, la retórica de desdolarización entre los BRICS, y el renovado apetito por el oro llevaron a varios bancos centrales a ajustar sus portafolios. Aunque la depreciación del dólar influyó en parte, el mensaje fue claro: el mundo ya no ve razonable depender de una sola divisa.
La diversificación se acelera y el mapa monetario gana nuevos colores
Las cifras más recientes del COFER lo confirman. Las reservas globales alcanzaron 12,94 billones de dólares en el segundo trimestre de 2025, pero la porción correspondiente al dólar continuó reduciéndose. Mientras tanto, el euro avanzó al 21,1%, consolidándose como el segundo gran pilar monetario, y el grupo de “otras monedas” ingresó al terreno del 20,4%, un salto notable frente al 10% que mostraba a finales del 2000.
En estos 25 años, el euro pasó de 246.000 millones a más de 2,5 billones, la libra esterlina casi duplicó su participación, y monedas como el dólar australiano, el canadiense y el renminbi han encontrado un espacio estable en las reservas.
Incluso fuera de las estadísticas tradicionales, el auge del oro es un capítulo decisivo. China, India y Rusia lideran compras históricas, enviando una señal inequívoca: la búsqueda de activos que escapen al alcance de las sanciones y la volatilidad del sistema financiero dominado por Washington.
Una era de reajuste silencioso, pero imparable
A pesar de todo, el dólar sigue siendo, con enorme distancia, la moneda más influyente del planeta. Su volumen absoluto de reservas lo confirma: de menos de un billón en 1999 a más de 6,7 billones en 2025. Sin embargo, lo que está en juego no es su desaparición, sino la pérdida gradual de su exclusividad.
Hoy el mundo opera con una certeza compartida: depender de una sola moneda es un riesgo estratégico en un escenario internacional cada vez más fragmentado. Lo que emerge es un sistema más distribuido, donde múltiples divisas comparten responsabilidades que antes pertenecían casi por completo al dólar.
Si las tendencias actuales no cambian, la década que viene podría marcar el punto de inflexión: un sistema monetario global más plural, más diversificado y mucho menos concentrado que el que dominó los últimos 70 años.
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