Aportes de la Iglesia Católica a la República Dominicana.
Arquidiócesis de Santo Domingo.- Ante la ausencia el pasado jueves 6 de noviembre, de banderas colocadas en los balcones de las viviendas dominicanas, de artículos escritos en los diversos medios noticiosos, de programas dedicados a la constitución de la Republica Dominicana, nos sentimos impelidos a motivar a la reflexión de la necesidad de conocer la carta magna que ha de regir las acciones y el destino de la tierra que libero Duarte, Sánchez y Mella, padres de la Patria, y del innumerable sequito de hombres y mujeres que también siguieron sus pasos a costa de sacrificios extremos.
En nuestro caso, dedicados a la Historia de la Iglesia en todas sus vertientes, y en el contexto que aquí atañe, a la Historia de la Iglesia Dominicana, a la que también nos dedicamos con ahínco desde el año 2016, nos cuestionamos acerca del conocimiento generalizado de nuestra Constitución Civil de pe a pa por parte de aquellos que tenemos como responsabilidad e importa ser la voz de tantos y tantos a los que representamos y hemos de guiar a mejores condiciones de vida junto a sus familiar y compueblanos.
La Iglesia Catolica comparte, con su cimiente que es el Evangelio del Reino de Dios de paz, justicia y solidaridad en la persona de Jesucristo Sacramentado, los mismos principios y valores de nuestra Constitución Nacional, sintetizada en los símbolos patrios de la bandera, escudo, himno e instituciones de bien público nacional. Es el deber de la Iglesia, bajo la guía de sus pastores, reiteradas veces, a toda hora y lugar, hacer un llamado a la atención del ejercicio a realizar de los lineamientos específicos del documento que cumple su 181 aniversario en este 2025 que esta cercano a su finalización.
Compete por la misma constitución el reconocimiento, apoyo y subvención de las entidades académicas, en especial las escuelas y centro de capacitaciones promocional, centros de salud populares y lugares de culto sagrado, que el estado ha de prestar allí donde sirve la Iglesia Catolica, resaltando en la misma carta magna que la libertad de culto es un imperativo social conforme al derecho universal que ha de regir toda sociedad humana.
La Igualdad de toda persona también es un lineamiento clave de la Constitución Dominicana (CD). Junto a la libertad y a la socialización conforman el trípode que delimita legalmente la convivencia y el laborar de las habitantes de esta nación, sean nativos o extranjeros radicados acá. De tan altos ideales al hecho, queda tanto que realizar para que esto sea efectivo. Lo que nadie puede negar es que son profundas las raíces de la tradición católica que nutrieron la redacción de la CD.
Lo mejor de la cultura internacional, de tiempos antiguos, desde la filosofía con sus teorías políticas de la democracia, la teología de la Ciudad de Dios de San Agustín de Hipona, Santo Tomás Moro con su obra de una sociedad orgánica y justa como es Utopía y los mejores pensadores de la época moderna, sirviendo de molde y referencia para conformar los parámetros que requieren constitucionalmente el estado dominicano, de insuperables raíces cristianas.
Fueron varios los sacerdotes, que conocedores de lo acontecido en Francia y en los Estados Unidos, se unieron en los esfuerzos de conformación de una republica en la que la institución y la familia junto a la religión tuviesen un entramado, no de servirles súbditos sumidos en la ignorancia, las carencias y el miedo al poder civil, sino de un estado de derecho. Por tanto, ley y creencia religiosa, con sus respetivas atribuciones y responsabilidades a cumplir, para el dominicano siempre han ido de la mano, dándole un sentido de trascendencia y realización en el aquí y ahora al accionar de bien del ciudadano, quien quiera que fuese.
Debido a la proliferación reciente de una serie de agrupaciones y movimientos religiosos, florecidos de la década de los años sesenta del pasado siglo 20 a la fecha, situación no solamente acontecida en el territorio dominicano, hemos de resaltar que desde los inicios y previo a la existencia de la Republica Dominicana, libre y soberana como tal, la Iglesia Católica siempre ha ensenado que el ejercicio correcto y saludable de la religión cristiana, a partir de la fe bautismal dada en el nombre del Único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se realiza mediante las llamadas obras de misericordia contenidas en sus líneas generales en Mateo 25, 31-46, donde la aprobación del juicio final, al final de la existencia de la humanidad le hará merecedora del cielo eterno.
La doctrina católica nos muestra cuales son de manera extensa y detallada dichas obras de misericordia o caridad cristiana, sentido del actuar del mismo Jesucristo, la Virgen María, San José y todos los discípulos del Reino de Dios a lo largo de la historia humana. Contenidas en la segunda sección de la tercera parte dedicada a los mandamientos de la ley de Dios, el Catecismo de las Iglesia Catolica nos indica cuales son las catorce obras de misericordia:
Corporales:
1. Visitar a los enfermos.
2. Dar de comer al hambriento.
3. Dar de beber al sediento.
4. Dar posada al peregrino.
5. Vestir al desnudo.
6. Visitar a los presos.
7. Enterrar a los difuntos.
Espirituales:
1. Enseñar al que no sabe.
2. Dar buen consejo al que lo necesita.
3. Corregir al que se equivoca.
4. Perdonar al que nos ofende.
5. Consolar al triste.
6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
7. Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
En resumidas cuentas, que importante ha de ser el realizar, asimilar y difundir un estudio comparativo de los lineamientos de la doctrina y la moral de la Iglesia Católica en su accionar con los grandes rasgos en que la Constitución de la Republica Dominicana plantea los mismas obligaciones y derechos de sus ciudadanos, en especial, de sus autoridades gubernamentales a ejercer. Es posible hacerlo, se puede realizar, Rogamos para que haya voluntad para esto. Como sacerdote católico ruego porque nuestra esencia cristiana entre los laicos del Pueblo de Dios vuelva a expresarse como religión verdadera, en la realización de las obras de misericordia.

