Washington suele ceder el derecho organizativo a algunos países, pero al final las líneas son trazadas por la Casa Blanca.
La posposición de la X Cumbre de las Américas, una noticia que tomó por sorpresa al país político, es una decisión que, si bien fue anunciada por el Gobierno dominicano, creo que la mayor responsabilidad recae en los Estados Unidos, dueño de ese encuentro periódico.
Washington suele ceder el derecho organizativo a algunos países, pero al final las líneas son trazadas por la Casa Blanca y el Departamento de Estado, no importa que quieran hacer creer que las decisiones finales las toma el país anfitrión.
Si tal fuera, estoy seguro que, al menos Cuba en las actuales circunstancias, no hubiese sido excluida de las invitaciones.
La razón es que nosotros mantenemos con la isla cubana una relación muy fluida, la cual no se ha visto entorpecida por los vaivenes recientes de la política exterior de los Estados Unidos, cuya mayor expresión ha sido el reendurecimiento de la posición de Washington que, a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, tiró todos los avances de normalización logrados por su anterior predecesor Barack Obama.
En el caso de Nicaragua, el segundo excluido de la Cumbre, sabemos que, si bien la República Dominicana mantiene relaciones formales, la administración del presidente Luis Abinader ha sido un crítico sistemático del gobierno de Daniel Ortega.
Esas críticas a posiciones internas de Managua frente a opositores del comandante Ortega, fueron el leitmotiv para que no se le invitara a la Cumbre de Punta Cana.
Una situación muy distinta se da con Venezuela, pues ahora mismo ni siquiera tenemos relaciones diplomáticas activas, ya que, con este aliado histórico, entraron en un punto muerto tras las críticas del presidente Abinader y la Cancillería, tanto al jefe del Estado venezolano, Nicolás Maduro, como a todo el establecimiento del país bolivariano tras las últimas elecciones.
Maduro entendió que el Gobierno dominicano estaba interfiriendo en los asuntos internos de su país, razón por la cual decidió congelar las relaciones diplomáticas.
Debemos resaltar que estas tres exclusiones, motivadas por la posición de Washington, habían generado ciertos inconvenientes al país para montar una Cumbre como nos merecemos.
Frente a esta situación, agravada por la posibilidad de la ausencia del presidente Lula da Silva, varios gobernantes insulares y hasta el propio Trump, lo mejor que hizo el Gobierno dominicano fue posponer el cónclave.

