Aunque el ojo del huracán Melissa pasa lejos, su poder altera la vida en República Dominicana.
Santo Domingo.- El cielo sobre Santo Domingo no es el de un día cualquiera. Aunque el ojo del huracán Melissa se mantiene a cientos de kilómetros de la costa, su influencia es innegable. Lejos de ser un espectáculo lejano, este monstruo categoría 5 en la escala Saffir-Simpson impone su ley con amplios campos nubosos que cruzan el país. Las lluvias no cesan, son intermitentes y caprichosas, acompañadas de ráfagas de viento que silban con fuerza y tormentas eléctricas que iluminan el cielo de forma intermitente.
La costa sur, el suroeste, el noreste y la vertiente sur de la Cordillera Central son las zonas más afectadas. Los radares de Punta Cana y Puerto Plata pintan un mapa en movimiento constante, mostrando la huella de un sistema que, aunque no toca tierra, lo cambia todo.
Un gigante en el Caribe
Mientras en las calles la gente mira el cielo con preocupación, Melissa sigue creciendo sobre las cálidas aguas del mar Caribe. Los datos son contundentes y alarmantes: vientos máximos sostenidos de 280 kilómetros por hora y una presión central mínima de 906 milibares, números que confirman su categoría 5 y lo convierten en el cuarto huracán intenso de esta temporada ciclónica.
Su centro fue localizado a unos 225 kilómetros al suroeste de Kingston, Jamaica. Se mueve lento, a apenas 6 km/h, una velocidad engañosa que oculta su poder destructivo. Cada kilómetro que avanza hacia el noroeste es una oportunidad para absorber más energía del océano.
La incertidumbre de la trayectoria
Los modelos de proyección trazan un camino probable: noroeste por ahora, un giro gradual hacia el norte esta misma noche, y un avance hacia el noreste para el martes. Pero en meteorología, los "probable" es la palabra más importante. Los expertos advierten que el sistema podría sufrir fluctuaciones en su intensidad. Las altas temperaturas del mar son el combustible perfecto, y el Caribe está lejos de apagar ese fuego.
El radio de acción es inmenso. Los vientos con fuerza de huracán se extienden hasta 45 kilómetros desde su centro, pero los de tormenta tropical alcanzan un radio de 315 kilómetros. Es esta envergadura la que explica por qué, a pesar de la distancia, el país se ve inmerso en este tiempo adverso.
El mar responde
El mar Caribe no es un espectador pasivo. Para la costa desde Cabo Beata, en Pedernales, hasta Punta Salinas, en Baní, la recomendación es clara y contundente: los operadores de embarcaciones pequeñas y medianas deben permanecer en puerto. Las olas son peligrosas y los vientos, intensos. El resto de la costa sur puede operar, pero con extrema precaución y sin alejarse del litoral.
En la costa Atlántica, entre Montecristi y Puerto Plata, la sugerencia es similar: navegar únicamente cerca de la costa. Es una medida de prudencia, no de alarma. El resto del litoral norte mantiene, por ahora, condiciones normales.
Las autoridades insisten en mantenerse atentos a los boletines oficiales. La situación puede cambiar en cuestión de horas. La población lo sabe y sigue las actualizaciones con atención. El próximo informe llegará mañana a las 7:00 a. m. Mientras tanto, la lluvia sigue cayendo sobre Santo Domingo, un recordatorio constante de que a veces, la mayor amenaza no es el impacto directo, sino la sombra alargada de un gigante.

