La isla caribeña espera el impacto de un ciclón categoría 4 que no cesa de fortalecerse.
Santo Domingo.- El aire se ha vuelto pesado, cargado de una tensión que se palpa en cada esquina. Jamaica aguarda, conteniendo el aliento. Para la noche de este domingo, el huracán Melissa no es una simple amenaza en un mapa meteorológico; es una realidad que se cierne sobre cada hogar, una furia del mar que ha escalado a categoría 4 y amenaza con convertirse en la temida categoría 5 antes de arrasar la isla.

Informes procedentes desde Jamaica describen la situación: Las calles, normalmente vibrantes de música y vida, son ahora un ir y venir de prisa. En los supermercados, los estantes se vacían. En las gasolineras, las colas de coches se vuelven interminables. La orden del primer ministro, Andrew Holness, resonó con la crudeza de quien sabe lo que se avecina: evacuación inmediata en las comunidades más vulnerables. La Ley de Gestión de Riesgos no es un simple trámite; es el marco legal que intenta poner a salvo miles de vidas.
El Centro Nacional de Huracanes (NHC) no deja lugar a dudas. Sus boletines, el último emitido esta misma mañana, son lapidarios: vientos sostenidos de 220 kilómetros por hora que no dejarán de crecer. Pero el verdadero peligro de Melissa no es solo su fuerza, sino su lentitud. El sistema avanza con pesadez al sur de la isla, lo que significa que Jamaica sufrirá un castigo prolongado, horas interminables de vientos que derribarán postes eléctricos y árboles, y de lluvias torrenciales que buscarán convertir las calles en ríos.
En plataformas digitales, los rostros preocupados de meteorólogos se han vuelto virales, explicando con mapas y gráficos el rápido fortalecimiento del monstruo. Sus advertencias son claras: “Esto no es un ejercicio. Es real”.
Mientras, el gobierno ha activado todos los protocolos. El estado de emergencia está declarado. Los refugios, repartidos por toda la isla, comienzan a recibir a las primeras familias, que cargan con lo indispensable y la esperanza de que sus casas resistan. Las autoridades son contundentes: esperan inundaciones catastróficas y deslizamientos de tierra en las laderas. El llamado es a no subestimar el poder del agua; cruzar una calle inundada puede ser una sentencia de muerte.
Los pescadores han sacado sus botes, asegurándolos lo mejor que pueden. El mar, que es su sustento, se ha convertido en su mayor enemigo. La marejada ciclónica promete ser destructiva, devorando playas y adentrándose en las comunidades costeras.
El escenario que se pinta es desolador. Hasta 40 pulgadas de lluvia en algunas zonas, un diluvio que el suelo no podrá absorber. Se anticipan cortes de energía generalizados y daños estructurales masivos. La lenta marcha de Melissa no solo amplificará la destrucción, sino que también complicará las labores de rescate una vez pase lo peor. Jamaica se enfunda, reza y espera. La noche será larga.

