La ayuda internacional se demora mientras las pandillas ahogan al país.
La comunidad internacional mira, discute y aprueba resoluciones. Mientras tanto, Haití se desangra. La advertencia no es nueva, pero su urgencia es cada vez más estridente. Edwin Paraison, ex cónsul general de Haití en República Dominicana y director de la Fundación Zilé, lo dice sin rodeos: el país se hunde en un vacío de acción mientras la burocracia global decide cuándo y cómo actuar.
En una intervención cruda en el programa Propuesta de la Noche, de Teleimpacto, Paraison desmontó la maquinaria lenta que pretende enviar una fuerza internacional de seguridad. El meollo del problema, explica, no es la voluntad política en un papel, sino el dinero contante y sonante. La misión anterior, diseñada para 2,000 efectivos, naufragó al no reunir los 800 millones de dólares necesarios. Ahora, con una propuesta que contempla hasta 5,500 militares y policías, la historia se repite.
“El respaldo diplomático de Estados Unidos y Panamá no garantiza los fondos”, afirmó Paraison, señalando un hecho incómodo: el patrocinio en el Consejo de Seguridad de la ONU no llena la cuenta bancaria. Y sin fondos, el despliegue se pospone. Un retraso que, calcula, podría ser de cuatro a cinco meses. “Mientras tanto, las pandillas siguen ganando terreno y controlan cerca del 90% de la capital, Puerto Príncipe”, subrayó. Cada día de espera es una parcela más de territorio cedida al crimen.
Pero el panorama es aún más turbio. Paraison reveló la existencia de “otros grupos armados no identificados formalmente”, supuestamente contratados por la oficina del primer ministro. Los describe como un “cuerpo de mercenarios sin misión clara ni marco legal definido”. Esta nebulosa, advierte, envenena cualquier estrategia de seguridad coherente antes de siquiera empezar. ¿Cómo se desactúa una crisis cuando ni siquiera están claros todos los actores armados?
Sobre los posibles países que integrarán la fuerza, el ex diplomático mantiene un realismo frío. Brasil y Canadá suenan con fuerza. La afinidad cultural con Brasil haría su presencia más digerible para la población haitiana. De Canadá, destaca la influencia de su diáspora haitiana, aunque sabe que la cercanía cultural no es un cheque en blanco para el envío de tropas. Lo más probable es que el contingente inicial se nutra de soldados de la actual Misión de Seguridad Multinacional (MSS), que ya están en terreno. “Esos soldados ya conocen el terreno”, explicó. Es una ventaja táctica en medio del caos.
Paraison fue categórico al definir la naturaleza de esta futura intervención. No será una misión de paz al uso. Será una operación de “supresión de grupos armados”. Un término que, reconoce, generó debate en la ONU, pero que refleja una verdad incuestionable: “No se trata de interposición ni de mediación, sino de neutralizar estructuras criminales que no tienen cabida en un proceso político. El diálogo con las pandillas no es posible”.
La crítica de Paraison no se detiene en la financiación. Señala con el dedo la incoherencia de una comunidad internacional que aprueba resoluciones y después incumple sus compromisos. Denuncia que el tráfico de armas que alimenta a estas pandillas sale, en gran medida, de Estados Unidos. Y recuerda con amargura cómo, durante el gobierno de Michel Martelly, “se institucionalizó la convivencia entre el poder político y el crimen organizado”. Un legado envenenado que hoy muestra su peor cara.
Su llamado final es un aldabonazo. La crisis haitiana debe ser el punto prioritario en la próxima Cumbre de las Américas en Punta Cana. “Haití representa la crisis más compleja del continente, donde confluyen violencia, pobreza extrema, migración y ausencia de Estado. Ignorarla sería una irresponsabilidad política regional”, sentenció.
La solución, insiste, va más allá de una operación militar puntual. Se necesita una estrategia integral que combine seguridad, justicia y reconstrucción institucional. “Podrán capturar a algunos líderes de pandillas, pero mientras el Estado siga sin autoridad, el caos continuará”. Haití, concluye Paraison, no necesita más discursos. Necesita acción. Y la necesita ya, antes de que el hundimiento sea irreversible.