Ejército intercepta cigarrillos ilegales e indocumentados en el noroeste.
Santo Domingo.- La frontera noroeste de República Dominicana es un hervidero. Mientras la crisis en Haití empuja a miles a cruzar, el Ejército y las autoridades migratorias libran una batalla en dos frentes: el tráfico de personas y el contrabando de mercancías. Esta semana, una serie de operativos en Santiago Rodríguez y Valverde han puesto cifras a esa lucha constante, mostrando la crudeza de un desafío que no da tregua.

En el Cruce de San José, Santiago Rodríguez, la rutina de un control militar se tornó en persecución. Los soldados intentaron interceptar una camioneta Isuzu D-Max blanca, pero su conductor, en un acto de puro instinto, pisó el acelerador y huyó. Lo único que dejó atrás fue el vehículo, abandonado en la vía. La sospecha de los militares no tardó en convertirse en certeza. Al revisar la camioneta, descubrieron un doble fondo, un compartimento secreto que escondía un cargamento de tabaco ilegal.
Ocho cajas y quince paquetes de cigarrillos Capital, más cuatro cajas de Jaisamer. En total, 123,000 unidades que pretendían colarse en el mercado negro dominicano. El vehículo y la mercancía fueron trasladados a la 4ta. Brigada de Infantería, otra baja para el contrabando en una guerra silenciosa.
Pero la camioneta abandonada era solo el primer acto. Casi en paralelo, en la comunidad de Arroyo Blanco, otra unidad del Ejército detectaba una minivan Dodge dorada que circulaba por Sabaneta. Al pararla, la realidad superó cualquier previsión.
En su interior, apiñados, viajaban once ciudadanos haitianos en situación migratoria irregular. Ocho hombres y tres mujeres, cuyo conductor, identificado como José Torres, ahora enfrenta las consecuencias de un negocio que juega con vidas humanas. Todos fueron conducidos a la inspectoría del Ejército en Santiago Rodríguez, el primer paso de un proceso legal que suele terminar con la deportación.
La tecnología se ha convertido en un aliado clave en este conflicto. En Mao, Valverde, la vigilancia ya no es solo terrestre. Un dron del ERD sobrevolaba el sector Pueblo Nuevo, sus cámaras escaneando el terreno desde el cielo.
Desde arriba, el grupo era fácilmente identificable: veintiuna personas moviéndose con sigilo. Diecisiete hombres, tres mujeres y un menor de edad, todos haitianos, todos indocumentados. La patrulla en tierra, alertada por la vista aérea, se dirigió al punto exacto y procedió a la detención. El grupo fue llevado a la 4ta. Brigada en Mao, a la espera de ser entregados a Migración.
Estos tres episodios, concentrados en una misma región, son la radiografía de una crisis permanente. No son incidentes aislados, sino síntomas de una presión fronteriza que mantiene en vilo a las fuerzas de seguridad.
Mientras algunos buscan esconder mercancía en falsos compartimentos, otros arriesgan sus vidas hacinados en vehículos, y grupos avanzan a pie por terrenos agrestes, solo para ser interceptados por los ojos electrónicos del Ejército.
Es una partida de ajedrez donde la frontera es el tablero, y estas incautaciones y detenciones son solo las jugadas más recientes en un juego que no tiene fin a la vista.