Toronto castiga a Seattle con poder y precisión en el T-Mobile Park
SEATTLE — No hubo milagro para los Mariners. Los Toronto Blue Jays los silenciaron con una ofensiva que se fue soltando a ritmo de jonrones y batazos oportunos, ganando 8-2 en una noche donde Vladimir Guerrero Jr. volvió a mostrar por qué es el corazón de ese lineup.

El partido arrancó parejo, incluso monótono, con ambos equipos intercambiando outs en el primer inning. Randy Arozarena conectó una línea sólida, pero directa al guante; Springer, Lukes y Guerrero se fueron rápido por Toronto.
En la segunda entrada, los bates comenzaron a calentarse. Josh Naylor rompió el hielo con un jonrón solitario por el centro, haciendo vibrar el T-Mobile Park por unos instantes. Parecía el arranque de algo grande para Seattle, pero el juego tomó otro rumbo.
En la alta de la tercera, Isiah Kiner-Falefa abrió con un doble y Andrés Giménez, sin perder tiempo, la mandó volando por el derecho. Dos carreras que voltearon el marcador y cambiaron el ánimo. Los Blue Jays olieron sangre.
Springer siguió con un doble en la cuarta, anotando después con un lanzamiento descontrolado de Matt Brash que amplió la ventaja a 5-1. En ese punto, el control de Luis Castillo ya era un recuerdo.
Mientras Toronto ajustaba, Seattle se desmoronaba. Julio Rodríguez no encontraba el ritmo, Polanco y Suárez se turnaban en batazos débiles y el bullpen se convertía en un desfile de relevistas sin respuesta.
Giménez volvió a producir en la octava con un sencillo que remolcó dos más, sellando la noche con un 8-2 que sonó más contundente de lo que el marcador ya decía.
Guerrero Jr., que en el séptimo descargó su quinto cuadrangular de la temporada, se fue con dos hits y tres impulsadas. Lo suyo fue pura eficiencia: menos gestos, más golpes certeros. Cada turno suyo fue un recordatorio de lo que pasa cuando el talento se cruza con la calma.
Del lado de Seattle, Naylor fue lo único que brilló, con tres imparables y la única chispa ofensiva real del equipo. El resto fue un desfile de ponches: Rodríguez cayó tres veces, Arozarena dos, Raleigh una. El público comenzó a vaciar las gradas antes del último out, resignado.
Toronto, en cambio, se marchó con la sensación de estar encontrando su punto. Los bates despiertan, el pitcheo responde y el dugout luce confiado. A mediados de octubre, eso vale más que cualquier estadística: se nota quién quiere seguir jugando y quién ya está pensando en mañana.