José Jerí, llama a la calma y fija la lucha contra la delincuencia como el objetivo "número uno" de su breve mandato.
La crisis política en Perú suma un nuevo capítulo. José Jerí, quien fungía como presidente del Congreso, asumió este viernes la presidencia de la República, convirtiéndose en el octavo jefe de Estado que ha tenido el país en la última década.
En sus primeras declaraciones tras jurar el cargo, Jerí se mostró directo y pragmático, consciente de la urgencia nacional. “Pido calma y tranquilidad. Tenemos que trabajar justamente para combatir la delincuencia, que es la prioridad número uno en este momento. Es el sentir ciudadano”, declaró a la prensa a las puertas de su residencia, según reportó El Comercio.
La inseguridad como detonante
El mensaje de Jerí no es casual. La crisis de seguridad y los altos índices de criminalidad que golpean a Perú han sido el catalizador que ha terminado por derrocar a su predecesora, Dina Boluarte.
Un tiroteo reciente en un concierto en Lima fue el punto de quiebre, el detonante que permitió a la oposición articular una moción de censura que obtuvo un amplio consenso en el Congreso. Boluarte, quien apenas llevaba tres años en el cargo tras la fallida disolución del Congreso por parte de Pedro Castillo, acumulaba además hasta siete causas pendientes en su contra.
La preocupación por la seguridad ciudadana, que afecta gravemente a sectores clave como el transporte, ha pasado de ser una promesa de campaña a la condición sine qua non para cualquier gobernante en Lima.
En su discurso ante el Parlamento, Jerí ya había insistido en que la "guerra contra la delincuencia" debe ser asumida por todas las fuerzas y poderes del Estado, no solo para declararla, sino para ganarla "de una vez por todas".
La maldición de la ingobernabilidad peruana
Con Jerí, el sillón presidencial vuelve a tener un ocupante fugaz, reflejando la profunda inestabilidad que corroe el sistema político peruano. Desde el año 2000, la ingobernabilidad ha sido la norma, impulsada por una particularidad constitucional: el sistema presidencialista de Perú cuenta con una única cámara legislativa que, en la práctica, concentra un poder excesivo.
Esta estructura ha provocado que ningún presidente haya contado con más del 40 por ciento de los escaños en las últimas dos décadas. Lograr mayorías se ha convertido en una misión casi imposible, desatando una cascada de escándalos que van desde la renuncia forzada, como le ocurrió a Manuel Merino en 2020 tras solo cinco días en el poder, hasta la compra de votos para evitar el cese, un fantasma que persiguió al expresidente Pedro Pablo Kuczynski.
Jerí hereda ahora un país al límite, con una ciudadanía exhausta por la inestabilidad política y el recrudecimiento del crimen. Su éxito, y la duración de su mandato, dependerá de su capacidad para ofrecer algo de la “calma y tranquilidad” que prometió, a la vez que da resultados concretos en su guerra prioritaria contra el hampa. Con datos de Europa Press
