Manipular, desinformar, engañar y mentirle a un pueblo pobre, sin educación ni cultura, es muy fácil.
El doctor Guido Gómez Mazara, presidente del Consejo del Instituto Nacional de las Comunicaciones, (Indotel) ha revelado, durante una conferencia de prensa, que el 62% de las informaciones que aparecen en las redes y plataformas digitales, son falsas. Y que de ese 62% el 70% de quienes las reciben las reproducen o reenvían a los demás, creando así una percepción errónea sobre los acontecimientos noticiosos.
En este mundo de hoy, donde la “posverdad” juega un rol cada vez más importante en la desinformación y la manipulación de los hechos generando grandes dudas y suspicacias sobre lo que realmente ocurre en nuestras sociedades, cada vez más vulnerables, atrapadas en la simulación, la desinformación con fines políticos, económicos, sociales y hasta científicos, toda vez que convierte mentiras en verdad, la verdad en duda, sobre todo en un país como la República Dominicana con un promedio educativo tan bajo, que según algunas expertos, apenas sobrepasa el sexto grado.
Manipular, desinformar, engañar y mentirle a un pueblo pobre, sin educación ni cultura, es muy fácil, ya que los sectores más poderosos, los verdaderos dueños del país, han invertido miles de millones de pesos en mantener al pueblo en la pobreza educativa y espiritual. (El 4% del PIB se usó como una piñata entre políticos y empresarios corruptos con aspiraciones presidenciales)
Simón Bolívar, el libertador, el latinoamericano más ilustre de nuestra historia, junto con Fidel Castro, dijo que “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”. Y es cierto. Es la razón por la que los grupos oligárquicos han invertido tanto dinero en mantener a los pueblos latinoamericanos en la pobreza espiritual, material y cultural.
En el libro “infocracia” de Byung-Chul Han, que ha vendido millones de copias en todo el mundo, éste explica como el móvil se ha convertido en una herramienta indispensable en la vida cotidiana de todos los ciudadanos dándole una sensación de independencia y libertad, cuando la realidad es que nunca estuvo más preso de sí mismo, ni más dependiente y vulnerable, porque no hay inocencia política en quienes manejan los celulares a través de las redes sociales, que atan, envilecen y embrutecen. Un celular no da libertad, por el contrario, apresa, margina y enajena. ¿Cuántos de usted no se han devuelto camino a la oficina porque se les ha quedado el móvil? ¿Cuántos de ustedes no se sienten desnudos cuando no tienen el teléfono a mano? ¿Has pensado alguna vez las horas al día que le dedicas a las redes sociales, incluso en el baño mientras defecan? El móvil, con las redes sociales como vehículo, le ha ganado la batalla a la radio, la televisión, el vine y los periódicos impresos. El teléfono celular o móvil, es el rey de la comunicación de masas.
En la República Dominicana las redes son instrumentos al servicio del atraso y el subdesarrollo. Gente que piensa con faltas ortográficas, que apenas saben leer y escribir “de corrido”, han sido convertidos en
mercaderes de la palabra empeñada, en “pensadores” difundiendo contenidos inapropiados, vulgares, obscenos, informaciones falsas, mentiras y engaños para ganar adeptos, igualmente analfabetos, fáciles de engañar por su bajo nivel educativo y capacidad crítica. Son ellos los que están educando y formando a nuestros hijos, ídolos de barro, sin valores morales.
Lo peor, a nadie, a ninguna autoridad parece importarle. El Estado, garante de los derechos ciudadanos no hace nada para impedir que los “influencer” sigan dañando la juventud, moldeándola a imagen y semejanza.
Ya lo digo Guido Gómez Mazara: “el 62 por ciento de las informaciones que se difunden por las redes sociales son falsas, en tanto que el 70 por ciento de quienes reciben esas informaciones la reproducen y se las reenvían a otros”, que terminan igualmente enajenados y empobrecidos culturalmente porque su capacidad de discernimiento, de crítica, ha sido anulada, impídenosle pensar con visión crítica.
Con los avances exponenciales de la comunicación en lo que va de siglo, el debate entre la verdad y la mentira se hace cada vez más interesante. Hoy no sabemos que es verdad, ni que es mentira. Hasta los científicos han sido patrocinados para que mientan, para que generen dudas en la población. No es casual que la industria farmacéutica, una de las más poderos del mundo, sea quien cubre los gastos de los médicos que acuden a los congresos que organizan periódicamente, como tampoco es casuar que las industrias tabaqueras, por muchos años dijo que de acuerdo con la ciencia -su ciencia con sus cianóticos pagados- el cigarrillo no producía cáncer. Crearon la duda, hasta que la propia ciencia, con hechos irrebatibles, demostró que mataba millones de seres humanos a lo largo y ancho del planeta. Lo mismo sucede con los alimentos que, probado está, producen cáncer y muchas otras enfermedades, como los aceites vegetales, entre muchos otros que, sin embargo, usted los encuentra en todos los supermercados.
Los políticos mienten, saben que mienten, “la posverdad” que genera confusión, percepción y duda, sobre todo los políticos corruptos, mitómanos profesionales, los sofistas que han hecho de la mentira, la demagogia y el engaño, una manera de mantener su hegemonía sobre los marginados por no tienen la capacidad de “conceptualizar” por falta de educación y cultura.