Cierre del gobierno en EE.UU.: republicanos bloquean plan demócrata y afectan a familias trabajadoras, economía y seguridad nacional.
Nueva York.-La medianoche del 1 de octubre marcó el inicio de un nuevo cierre de gobierno en Estados Unidos, consecuencia directa de la pugna entre demócratas y republicanos en la Cámara de Representantes. Esta crisis política, que ya se ha vuelto un patrón en Washington, deja en vilo a millones de trabajadores, familias y agencias federales que dependen del presupuesto aprobado por el Congreso para funcionar.
El congresista demócrata Adriano Espaillat, representante del distrito 13 de Nueva York, responsabilizó a lo que calificó como “conservadores extremistas” aliados de Donald Trump por forzar un desenlace que, a su juicio, no responde al interés nacional sino a una agenda ideológica de confrontación.
“Trump y los conservadores extremos han seguido un camino imprudente, sin ninguna voluntad de cooperación bipartidista”, advirtió Espaillat en un comunicado enviado a DiarioDigitalRD, donde alertó a sus electores sobre los impactos inmediatos de la paralización gubernamental.
Según el legislador, el objetivo de los demócratas había sido mantener abierto el gobierno mientras se buscaban fórmulas para reducir los costos de la atención médica y evitar recortes a programas que benefician directamente a las familias trabajadoras. Sin embargo, cada intento de negociación fue bloqueado por la mayoría republicana en la Cámara.
La situación es especialmente grave para comunidades como las de Harlem, el Bronx y el Alto Manhattan, áreas que conforman el distrito representado por Espaillat, donde gran parte de la población depende de programas federales de salud, alimentación y vivienda.
Mientras tanto, los republicanos insisten en que sus condiciones son necesarias para frenar lo que consideran un gasto público desbordado. La realidad es que, con el cierre, cientos de miles de empleados federales quedan suspendidos sin paga y numerosos servicios se ralentizan o paralizan: desde la emisión de pasaportes hasta la operación de parques nacionales.
Espaillat reconoció que, pese al cierre, su oficina continuará brindando asistencia a los electores, aunque muchas gestiones se verán afectadas por la suspensión parcial de las agencias. Para ello, puso a disposición de sus constituyentes una página de preguntas frecuentes sobre el impacto directo de la crisis.
El trasfondo de esta disputa es político, pero sus consecuencias son profundamente prácticas: familias que dependen de cheques de pago, pequeños negocios que esperan contratos federales y comunidades que necesitan subsidios esenciales. Para muchos, no se trata de un juego de poder en Washington, sino de un golpe directo a su estabilidad económica.
En este contexto, la parálisis refleja una incapacidad de la clase política para llegar a consensos básicos en torno al manejo del Estado. Y lo que en la capital se percibe como una pulseada partidaria, en la vida cotidiana de los ciudadanos significa incertidumbre, facturas sin pagar y derechos básicos en suspenso.
El mensaje de Espaillat a sus votantes fue claro: “Mi equipo seguirá trabajando para ustedes, incluso cuando algunos en Washington se niegan a trabajar para el pueblo estadounidense”.
El cierre, que apenas comienza, es el recordatorio de que en Estados Unidos la política puede detener al país entero cuando las trincheras partidarias pesan más que las soluciones.