Hegseth fue más allá y pidió que los estándares físicos sean iguales para todos.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, volvió a encender el debate sobre el rumbo de las Fuerzas Armadas con un discurso en Quantico, Virginia, donde cuestionó la diversidad racial y sexual dentro del Ejército y exigió el regreso a estándares “estrictos” de disciplina y apariencia.
Ante un grupo de militares, Hegseth lanzó un mensaje directo: “No más meses en conmemoración de la identidad, oficinas de diversidad, equidad e inclusión; hombres con vestidos. No más culto al cambio climático. No más división, distracción ni delirios de género”. Sus palabras, cargadas de crítica hacia lo que él define como “agenda woke”, apuntaron a un Ejército que, según su visión, ha perdido el foco de su misión principal: la defensa.
El secretario arremetió contra lo que considera una relajación de las normas básicas. En su lista incluyó desde barbas largas hasta el sobrepeso en altos mandos. “Es inaceptable ver a generales gordos en los pasillos del Pentágono”, dijo con dureza, al tiempo que insistió en que todo empieza con la apariencia.
Hegseth fue más allá y pidió que los estándares físicos fueran iguales para todos. “No quiero que mi hijo sirva en una unidad con tropas que no estén en forma o junto a mujeres que no puedan cumplir con los mismos estándares que los hombres”, declaró. Eso sí, aclaró que no se trata de excluir a las mujeres, sino de que las exigencias físicas para roles de combate sean altas y neutrales.
Su discurso también incluyó un reconocimiento a la administración de Donald Trump, a la que elogió por “haber eliminado la justicia social y la basura políticamente correcta”. Recordó que, bajo ese gobierno, se frenaron programas de diversidad y se revirtieron políticas sobre militares transgénero y vacunación obligatoria contra la COVID-19.
“Durante demasiado tiempo hemos promovido a demasiados uniformados por las razones equivocadas: por raza, por cuotas de género o por supuestos logros históricos”, afirmó, acusando a los anteriores mandos del Pentágono de haber convertido la institución en el “departamento de lo woke”.
La línea discursiva de Hegseth no es nueva. Desde hace meses, se ha posicionado como un crítico abierto de la diversidad dentro del Ejército, insistiendo en que la meritocracia debe ser el único criterio de ascenso y permanencia en las filas. Sin embargo, su tono frontal y su rechazo explícito a lo que califica como “delirios de género” han generado reacciones encontradas tanto dentro como fuera del país.
En un ambiente político marcado por la campaña presidencial de Trump, estas declaraciones se leen también como un mensaje alineado con la visión del expresidente, que desde la Casa Blanca impulsó medidas para endurecer la disciplina militar. Entre ellas, la prohibición de que personas transgénero sirvieran en las Fuerzas Armadas y la reincorporación con pago retroactivo de quienes fueron dados de baja por rechazar la vacunación contra la COVID-19.
La crítica de Hegseth se enmarca en una batalla cultural que sigue dividiendo a Estados Unidos: de un lado, quienes defienden la diversidad como reflejo de la sociedad y un activo para el Ejército; del otro, quienes consideran que distrae de la misión central y debilita la preparación de las tropas.
El mensaje del secretario no deja lugar a dudas: quiere un Ejército sin concesiones, sin “excesos individuales” y con estándares rígidos que, en su opinión, garanticen la fuerza y la disciplina que demanda la defensa nacional.
En medio de la polémica, lo cierto es que sus palabras reabren una discusión sensible que toca de frente la identidad del Ejército estadounidense y, en última instancia, la definición misma de lo que significa servir al país.