El artista critica la falta de tolerancia, la corrupción y la pasividad ante los conflictos globales.
El cantautor español Joan Manuel Serrat, conocido por su voz melódica y sus letras afiladas, ha vuelto a alzar la voz, esta vez desde un escenario de honor. Al recibir el XIV Premio Cortes de la Real Isla de León en San Fernando, Cádiz, Serrat no se limitó a agradecer. En su discurso, lanzó una crítica severa a la clase política y al rumbo de la democracia actual, haciendo un llamado a la tolerancia y a la responsabilidad.
El premio, otorgado por su "lucha por la libertad, la democracia y los valores constitucionales", fue el telón de fondo perfecto para que el artista expresara su preocupación, resdeña Europa Press.
"Hace un tiempo que en este país nos estamos olvidando bastante y se está optando por que nuestros representantes temporales estén adoptando posiciones que probablemente no ayudan a lo que necesita un sistema democrático, que es sencillamente la tolerancia", afirmó Serrat. Su mensaje es una advertencia a la polarización que, según él, está carcomiendo el sistema desde dentro.
Serrat también hizo un análisis de la Constitución, señalando que el documento tendrá que "hacer piruetas para adaptarse" a un mundo globalizado y tecnológico en constante cambio. Esta adaptación, sostuvo, requerirá de un ejercicio de tolerancia, una cualidad en la que la sociedad actual parece estar "desentrenada".
Un mundo que no le gusta y una crítica global
El cantautor no se quedó en lo local. Amplió su crítica al panorama mundial, confesando que no le gusta el mundo en el que vive. Lo describió como "hostil, contaminado, injusto, insolidario" y se mostró "preocupado por el rumbo que lleva".
Las palabras del artista resonaron con una mezcla de frustración y dolor, especialmente cuando se refirió a las "atrocidades brutales" que se cometen a diario, como el genocidio del pueblo palestino.
Serrat lamentó la falta de una respuesta unánime y contundente por parte de los gobiernos que se autoproclaman garantes de la paz. También criticó la dejadez con la que la humanidad enfrenta la catástrofe del cambio climático y la omnipresencia de la corrupción.
Con su característico sarcasmo, el artista se refirió a los corruptos como "chorizos" y lamentó que, a pesar de los esfuerzos judiciales, rara vez devuelven lo que roban.
Finalmente, su reflexión se extendió a la Unión Europea, que para él se está reduciendo a un "mercadillo" que ha abandonado los valores de la ilustración, el humanismo y la fraternidad.
Citando a San Agustín, recordó que "sin la justicia, ¿qué son los reinos sino una gran banda de ladrones?".
En un gesto de honestidad brutal, Serrat concluyó que, aunque busca el optimismo, "últimamente es que no encuentro ropa de mi talla", dejando claro que, a pesar de sus deseos, la realidad le impide ser optimista.