Decreto histórico busca sanear aguas, expulsar asentamientos y salvar ecosistemas urbanos de Santo Domingo
El presidente Luis Abinader ha puesto en marcha un movimiento que rompe con la pasividad de décadas: el Decreto 531-25, que declara como prioridad nacional la intervención de los ríos Ozama e Isabela, dos corredores fluviales que han sido fuente de vida, pero también de miseria y contaminación para el Gran Santo Domingo.
No se trata de un simple programa de limpieza. El plan apuesta por una regeneración urbana, social y ambiental sin precedentes, con la meta de expulsar el abandono, sanear las aguas y reconfigurar las riberas invadidas por asentamientos humanos.
Un decreto que apunta a lo social y lo urbano
La URBE (Unidad Ejecutora para la Readecuación de Barrios y Entornos) tendrá el peso más complejo: negociar con miles de familias que llevan generaciones habitando las orillas de ambos ríos. El reto no es solo construir viviendas o infraestructuras, sino convencer, dialogar y reubicar a comunidades enteras que, pese a la precariedad, han levantado ahí su identidad y sus raíces.
El decreto exige que cada acción respete las condiciones sociales y culturales, abriendo un proceso de participación comunitaria que evite que el desarrollo signifique expulsión o ruptura social.
Así, el gobierno busca asegurar que la intervención será equitativa y sostenible, aunque voces críticas recuerdan que la historia está llena de proyectos similares que nunca cumplieron sus promesas.
Medio ambiente liderará la restauración de un ecosistema devastado
La otra cara del plan recae en el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, responsable de las tareas técnicas y ecológicas. Su misión es más que supervisar: deberá garantizar que los trabajos cumplan con los estándares internacionales de conservación, protegiendo la biodiversidad y rescatando los ecosistemas ribereños.
Los ríos Ozama e Isabela, por años convertidos en cloacas a cielo abierto, cargados de residuos industriales y domésticos, representan un riesgo de salud pública que ningún gobierno había enfrentado con la determinación actual.
Hoy, el Estado pretende no solo limpiar, sino devolver a Santo Domingo un pulmón verde que ha estado secuestrado por la contaminación.
Lo que está en juego no es menor: la dignidad de miles de familias y la salud de la ciudad. Si el proyecto logra materializarse, sentará un precedente de cómo enfrentar los desafíos ambientales y sociales que marcan a la República Dominicana.
Para el presidente Abinader: “invertir en la recuperación de estos ríos es saldar una deuda histórica”.