El grito de la juventud empuja al primer ministro a dimitir en medio de protestas letales.
KATMANDÚ — La ira de la Generación Z de Nepal ha estallado, sumiendo al país en una nueva era de caos político y constitucional. El martes, el primer ministro KP Sharma Oli presentó su dimisión, incapaz de contener la furia de una juventud frustrada que ha tomado las calles en protestas que se han tornado mortales.
Las manifestaciones, que comenzaron siendo pacíficas, escalaron rápidamente el lunes cuando las fuerzas de seguridad reprimieron a los jóvenes sin piedad. El detonante fue la prohibición de la mayoría de las redes sociales por parte del gobierno, la gota que colmó el vaso para una generación que se había organizado a través de plataformas como TikTok y Reddit para alzar su voz contra la corrupción y el nepotismo. La represión fue brutal: los uniformados abrieron fuego contra los manifestantes. En un solo día, 19 personas perdieron la vida, marcando una de las jornadas más sangrientas en la historia reciente de Nepal. El saldo total de víctimas mortales, hasta la fecha, asciende a 24.
Con casi 30 millones de habitantes y enclavado entre China e India, este país del Himalaya vuelve a enfrentarse a la incertidumbre. El martes, la violencia se desbordó: agencias gubernamentales, instalaciones judiciales, la sede administrativa y el parlamento fueron incendiados, quedando reducidos a cenizas. Incluso las casas de los líderes políticos no se libraron del fuego.
Aunque inicialmente reacio a ceder el poder, Oli finalmente dimitió, citando la "situación extraordinaria" del país. Su renuncia se hizo efectiva de inmediato. Tras su partida, el presidente de Nepal, Ramchandra Paudel, emitió un comunicado instando a los manifestantes a buscar una solución pacífica a través del diálogo, pidiéndoles que "vengan a hablar". El alcalde de Katmandú, Balen Shah, una figura emergente y popular entre los jóvenes, también hizo un llamado a la calma a través de las redes sociales: "Por favor, Generación Z, el país está en sus manos; ustedes lo construirán. Todo lo que se está destruyendo es nuestro; ahora vuelvan a casa".
Ante el descontrol, el ejército nepalí fue desplegado en todo el país, y su jefe también instó a los jóvenes a dialogar con el presidente. La rápida escalada de la crisis ha puesto en alerta a la comunidad internacional. Volker Türk, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, se mostró "consternado" por la violencia y pidió a las fuerzas de seguridad "máxima moderación". "La violencia no es la respuesta. El diálogo es la mejor y única manera de abordar las preocupaciones del pueblo nepalí. Es importante que se escuchen las voces de los jóvenes", afirmó Türk.
El secretario general de la ONU, António Guterres, también sigue de cerca la situación. A través de su portavoz, Stéphane Dujarric, expresó su tristeza por la pérdida de vidas y reiteró el llamado a la moderación. Dujarric destacó que las autoridades deben cumplir con las leyes internacionales de derechos humanos y que las protestas deben ser pacíficas, respetando la vida y la propiedad.
La crisis actual es un crudo recordatorio de la inestabilidad política que ha marcado la historia de Nepal. Desde que se convirtió en una república en 2008, tras una década de guerra maoísta y el fin de la monarquía, el país ha tenido más de una docena de gobiernos. Una década después de haber adoptado su nueva constitución en 2015, Nepal se encuentra nuevamente al borde del abismo político, con una nueva generación que se niega a heredar la corrupción del pasado. ¿Podrá el diálogo calmar la tormenta o será este el inicio de un cambio más profundo?