La incertidumbre global y las expectativas de recortes de tasas disparan su precio.
El oro acaba de hacer historia. El metal precioso ha superado todos los récords, cotizando por encima de los $3,575 la onza, un hito que demuestra el nerviosismo que se vive en los mercados globales. Los inversionistas, inquietos por la inestabilidad económica y geopolítica, están acudiendo en masa a lo que siempre ha sido un refugio seguro, y todo indica que su valor seguirá al alza.
Este ascenso meteórico se explica por varios factores convergentes. En primer lugar, la inminente decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de recortar las tasas de interés. Un mercado laboral debilitado y el riesgo latente de una recesión hacen que una flexibilización monetaria sea casi inevitable.
Según Nigel Green, CEO de la firma de asesoría deVere Group, "las tasas más bajas reducen el atractivo de los bonos y los depósitos en efectivo, y cada recorte quita oxígeno a estos activos, dejando al oro como la alternativa destacada". Green se atreve a pronosticar que el precio del oro podría llegar a los $5,000 la onza a finales del primer trimestre de 2026.
Otro elemento que impulsa el precio es la debilidad del dólar. El índice del billete verde ha caído a su nivel más bajo en más de un mes, lo que hace que el oro, que se cotiza en dólares, sea más accesible y atractivo para los compradores internacionales. A esto se suma el sorprendente auge de la plata, que superó los $40 la onza por primera vez desde 2011, señal de una demanda generalizada por metales preciosos.
Pero la fiebre por el oro no es solo cosa de inversionistas individuales. Los bancos centrales, liderados por el Banco Popular de China, están acumulando reservas a un ritmo sin precedentes en décadas. Este movimiento estratégico busca reducir su dependencia del dólar, lo que, según Green, es una tendencia que continuará en el futuro.
La oferta, mientras tanto, no logra seguir el ritmo. La producción minera global se ha estancado, los descubrimientos de nuevos yacimientos son cada vez más raros y los costos ambientales para su extracción siguen subiendo. Cuando una demanda abrumadora choca con una oferta limitada, la única dirección posible para el precio es hacia arriba.
Por último, el panorama político y económico en Estados Unidos añade más combustible a este fenómeno. La incertidumbre sobre las políticas del presidente Trump, el riesgo de fricciones comerciales y los crecientes déficits fiscales han erosionado la confianza en las monedas tradicionales.
El oro, en este escenario, se presenta como un activo políticamente neutral y con un valor globalmente reconocido. "El oro refleja la realidad actual de alta deuda, monedas inestables e inflación estructural", concluyó Nigel Green.