Unctad advierte que la imprevisibilidad se ha vuelto un factor sistémico en la economía global.
La incertidumbre se ha convertido en una nueva barrera para el comercio global, tan dañina como cualquier arancel. Esta es la contundente conclusión de un nuevo informe divulgado por la Unctad (ONU Comercio y Desarrollo), que subraya cómo la imprevisibilidad política no es ya un evento esporádico, sino una característica cada vez más arraigada en la economía mundial.
La situación, según el reporte, está elevando los costos, desestabilizando los mercados y profundizando la división entre países.
El informe de la Unctad, titulado Actualización del Comercio Mundial, es claro: aunque el comercio siempre ha enfrentado shocks, la diferencia ahora es que la incertidumbre se ha vuelto sistémica. Esto se refleja en el Índice de Incertidumbre de la Política Comercial Mundial, que alcanzó niveles récord en el primer trimestre de 2025, superando la marca de 27,000 puntos en los primeros seis meses del año. Esta cifra, que se desplomó el año anterior, muestra una volatilidad alarmante, impulsada en gran parte por la ofensiva arancelaria de Estados Unidos.
Desde el 20 de enero, bajo la presidencia de Donald Trump, EE. UU. ha impuesto una serie de aranceles, con distintos criterios y escalas, sobre prácticamente todo el planeta. Esta "riada de aranceles", como la califica el informe, no solo ha afectado a sus socios comerciales tradicionales, sino que también ha alcanzado a las economías más pequeñas y vulnerables. Las empresas, tanto dentro como fuera de Estados Unidos, se ven obligadas a lidiar con un panorama cambiante, tomando decisiones costosas como acumular inventario o reconfigurar sus cadenas de suministro.
El reporte destaca que el costo de la incertidumbre a menudo supera el del propio arancel, ya que reduce la eficiencia y eleva los costos operativos. Esto tiene un efecto dominó que desalienta la inversión a largo plazo en áreas críticas como fábricas, tecnología y desarrollo de la fuerza laboral. Los exportadores pequeños y las economías en desarrollo son los que llevan la peor parte, ya que carecen de los recursos financieros y logísticos para amortiguar el impacto.
La inestabilidad no se limita a los puertos. Los tipos de cambio fluctúan, el flujo de capital se contrae y los costos de endeudamiento se disparan. Para los países en desarrollo, donde el acceso a la financiación es a menudo limitado, esta carga adicional profundiza la fragilidad fiscal y restringe la capacidad de los gobiernos para financiar el crecimiento y el bienestar social.
Lo más perjudicial, según el informe, es la pérdida de confianza. Cuando las reglas no son claras, los gobiernos optan por medidas unilaterales, lo que provoca represalias y un círculo vicioso de inestabilidad.