Desde 1996 a la fecha hemos tenido a presidentes del país que hicieron sus aportes sin continuar obras ya iniciadas.
Como si fuera un acto de magia en la niñez, inolvidable para siempre, los dominicanos nunca nos cansamos de la ‘bendita política’, de sus protagonistas, sus acciones y sus promesas-mentiras.
Y como si fuéramos actores de primer orden, vivimos opinando de todo, a favor a veces, y en contra en otras, de esos lideres y pseudo lideres que se hacen millonarios en un dos por tres.
A la propia actividad política, que muchos rechazan con ardor, se unen sacerdotes, ministros evangélicos, ingenieros, abogados, periodistas, comunicadores y hasta maestros.
Todos con opiniones prácticamente similares, y que solo se diferencian en cuanto a los Partidos y lideres que defienden.
El colmo de los colmos se observa cuando vemos a los dirigentes políticos en el poder predicar lo que antes criticaban a los residentes en el Gobierno, y viceversa.
Y ver cómo dirigentes gremiales, obreros, campesinos y empleados también toman similares posiciones. El asunto es estar ‘arriba’, sin importar la ausencia de programas de gobierno o de sus claudicaciones y olvidos.
Desde 1996 a la fecha hemos tenido a presidentes del país que hicieron sus aportes sin continuar obras ya iniciadas.
Que prometieron hacer caminos vecinales, carreteras y autopistas para llevarnos al cielo en cuestión de horas., presas para mejorar nuestras siembras y servicio eléctrico hasta para venderle a Puerto Rico o Haití., escuelas para sepultar el analfabetismo y pensar en un desarrollo con progreso moral, ético y verídico., clínicas y hospitales para que nadie se enfermara, o fuera rápida y bien atendido si le ocurría una desgracia.
Pero cuando todo se queda en promesas, vemos que solo se hacen algunas cosas, se inician otras y se olvidan las viejas.
¡Y así no vamos a llegar nunca a ser como Suecia o Suiza!
Porque ni pensar en ser como USA, RUSIA, CHINA, ALEMANIA, FRANCIA, INGLATERRA, ITALIA, ESPAÑA o cualquiera otro de los países con que sueñan tantos dominicanos.
Mientras Luis Abinader trabaja 18 horas de cada día para ver si mejora y construye algunas de las ‘cosas’ que se requieren ya, sus opositores persisten en recordar sus ejecutorias pasadas y no en unirse al que está hoy gobernando para lograr un país de todos y para todos.
Los maestros, médicos, abogados, agrimensores, ingenieros, obreros, campesinos y demás ciudadanos, siguen a los tres ‘marchantes’ que no se cansan de la ‘bendita política’.
Mientras, miembros de otras divididas parcelas hablan, escriben y sueñan con sociedades dizque más justas y solidarias que nunca han existido ni existen actualmente en ningún lugar del planeta. Por Luis Fernández