El dramaturgo y director falleció a los 94 años dejando un legado inmenso en las artes escénicas
El teatro dominicano pierde a una de sus figuras más sólidas. Franklin Domínguez, dramaturgo, director y actor, murió este martes a los 94 años tras varios años de lucha contra una metástasis ósea.
La noticia sacudió al mundo cultural del país, donde su nombre se asocia de manera directa con el crecimiento y la dignificación de las artes escénicas.
El pasado 18 de agosto, su familia había informado que se encontraba ingresado en un centro médico debido al deterioro progresivo de su salud. Desde entonces permaneció bajo cuidados especializados y acompañado por sus seres queridos, hasta el día de su partida.
La confirmación de su fallecimiento provocó un inmediato caudal de mensajes de pesar. El ministro de Cultura, Roberto Ángel Salcedo, expresó en redes sociales: “Con profundo pesar recibo la noticia del fallecimiento de Franklin Domínguez, maestro de las artes, quien se desempeñó como director de Bellas Artes y fue galardonado con el Premio Nacional de Teatro y el Premio Nacional de Literatura. Escritor, dramaturgo, director, actor y productor, dejó un legado invaluable en la cultura dominicana. Paz a su alma”.
Una vida dedicada al arte y a las ideas
Nacido en Santiago de los Caballeros el 5 de junio de 1935, Franklin Domínguez fue mucho más que un hombre de teatro. Doctor en Derecho, también incursionó en el cine, la televisión, la docencia, la política, el periodismo y la publicidad. En cada espacio dejó huellas, pero fue en el escenario donde su nombre alcanzó dimensión internacional.
Su obra literaria comprende más de 70 piezas teatrales, de las cuales alrededor de 45 fueron representadas en República Dominicana y en escenarios de Europa, Asia, África y América Latina. Varias de ellas fueron traducidas a idiomas como francés, inglés, alemán, portugués, flamenco y papiamento, lo que abrió las puertas del teatro dominicano al mundo.
Títulos como “Omar y los demás” (1975), “Lisístrata odia la política” (1979), “Los borrachos” (1983), “Las extrañas presencias” (1992) y “La telaraña del poder” (2000) son referentes obligados de la dramaturgia nacional.
Además, en 1963 escribió y dirigió “La silla”, considerada el primer largometraje dominicano, un retrato crítico de la dictadura de Trujillo que marcó un hito en la historia del cine local.
Domínguez también incursionó en la ópera con “Anacaona”, musicalizada por el maestro italiano Adriano de la Rosa, y exploró la comedia musical y el teatro infantil con propuestas como “Las aventuras de Chachalaca y Pelón” y “La niña que quería ser princesa”.
Reconocimientos y legado
A lo largo de su vida recibió el Premio Nacional de Teatro y el Premio Nacional de Literatura, además de distinciones de instituciones como la Federación Dominicana de Arte y Cultura y la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York.
Ejerció como presidente de la Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos de la República Dominicana, la Asociación Dominicana de Actores de Teatro (Codearte) y la Unión Pro-Teatro. También fue miembro de la prestigiosa Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos de París.
Franklin Domínguez muere, pero su obra queda. Su teatro, crítico y humano, seguirá iluminando los escenarios y recordando que el arte es también memoria, conciencia y libertad.