Los ataque que se produjeron en Cali y Amalfi desatan condena internacional
La violencia volvió a sacudir a Colombia con una crudeza que remueve viejas heridas. Dos atentados en menos de 24 horas, uno en las inmediaciones de una base militar en Cali, Valle del Cauca, y otro en el municipio de Amalfi, Antioquia, dejaron casi 20 muertos y reabrieron el debate sobre la fragilidad de la paz en el país.
La misión de Naciones Unidas en Colombia reaccionó de inmediato, condenando los ataques y pidiendo un alto a la espiral de sangre. “Condenamos firmemente los hechos de violencia ocurridos en Cali y Amalfi. Nuestra solidaridad con las víctimas y sus familias”, señaló en un comunicado.
El organismo internacional fue claro en su llamado: es “imperativo proteger a la población” y garantizar que los responsables enfrenten la justicia. El eco de esas palabras resuena en un país que, pese a múltiples intentos de acuerdos y procesos de paz, sigue atrapado en un círculo de atentados, disidencias armadas y promesas incumplidas, reseña Europa Press.
Un país que no logra salir de la espiral de violencia
El primer ataque ocurrió en Cali, en las cercanías de una base militar, y dejó al menos seis víctimas mortales. Horas más tarde, en Amalfi, la tragedia se multiplicó: doce personas perdieron la vida en un atentado que estremeció a la región antioqueña.
Los atentados no solo golpean a las familias de las víctimas, sino que también representan un duro revés para la seguridad nacional y ponen en entredicho la capacidad del Estado de garantizar la paz en zonas estratégicas del país.
El presidente Gustavo Petro confirmó que ya se produjo la captura de un presunto responsable vinculado al Estado Mayor Central (EMC), una de las principales disidencias de las extintas FARC. Según las autoridades, este detenido habría participado directamente en el atentado de Cali.
El EMC, junto con otros grupos armados, ha mantenido un pulso constante contra el Gobierno, incluso en medio de intentos de diálogos. Este escenario deja en evidencia que la paz firmada hace más de siete años aún no logra consolidarse en los territorios donde el control lo siguen disputando facciones armadas y economías ilegales.
La mirada internacional sobre un conflicto inconcluso
La ONU no solo condenó los hechos, también lanzó un mensaje de urgencia: “propiciar la justicia” para evitar que estos crímenes queden en la impunidad. La comunidad internacional observa con preocupación cómo Colombia parece caminar en un terreno frágil, donde cualquier explosión de violencia amenaza con derrumbar los avances logrados.
Mientras tanto, en Cali y Amalfi, la vida cotidiana quedó suspendida por el luto. Las calles, atravesadas por la tristeza y el miedo, son testigos de un recordatorio doloroso: la paz en Colombia sigue siendo una tarea inconclusa.