California votará el 4 de noviembre sobre sus nuevos mapas electorales propuestos por los demócratas.
El gobernador de California, Gavin Newsom, ha dado un paso inesperado en el tablero político: convocar una votación especial el 4 de noviembre para que los ciudadanos decidan si aprueban o no los nuevos mapas electorales diseñados por el Partido Demócrata.
La medida no surge en el vacío. Es, en parte, una respuesta a la estrategia republicana desplegada en Texas, donde se aprobó un rediseño favorable al partido en el poder, destaca Europa Press.
“Seremos el primer estado en la historia del país en ceder a los votantes, de manera directa, la decisión sobre sus propios distritos. Nadie lo ha hecho antes”, subrayó Newsom al firmar la legislación. Con ello, California intenta enviar el mensaje de que el control de los mapas no debe quedar solo en manos de políticos o legisladores.
La ley que sustenta la convocatoria lleva un nombre revelador: Ley de respuesta al fraude electoral. Según los demócratas, no se trata solo de una reforma local, sino de un gesto de resistencia frente al gerrymandering republicano, la práctica que concentra votantes de un mismo signo político en un distrito para diluir la fuerza del rival.
Hoy por hoy, el Partido Demócrata domina en California: ocupa 43 de los 52 escaños federales. Con este rediseño, los analistas calculan que podrían recuperar al menos cinco asientos adicionales en las elecciones de medio mandato previstas para 2026.
Así Newsom, confiado, no dudó en atacar al expresidente Donald Trump, a quien calificó como “uno de los más impopulares de la historia por sus políticas fallidas”.
Mientras tanto, en Texas, la batalla sigue al rojo vivo. La Cámara de Representantes del estado ya dio su visto bueno a un mapa que podría entregar a los republicanos hasta cinco escaños extra en 2026.
El texto, impulsado por el legislador Todd Hunter, está ahora en manos del Senado estatal para su aprobación definitiva. La reacción demócrata en Texas fue drástica: a principios de agosto, varios congresistas abandonaron el estado para bloquear la votación, en un intento desesperado de retrasar el avance republicano.
Lo que se juega en estas disputas va más allá de líneas en un mapa. Son los equilibrios de poder en el Congreso de Estados Unidos, donde cada escaño puede inclinar la balanza legislativa.
California y Texas se han convertido en laboratorios opuestos de la política electoral: uno entregando la decisión directamente al votante, el otro reforzando el control partidista desde las instituciones.
En noviembre, será el turno de los californianos. Y lo que decidan podría marcar un precedente nacional: abrir la puerta a que otros estados consulten directamente a sus ciudadanos sobre el diseño de sus distritos.
Es una jugada arriesgada, pero con el potencial de transformar el modo en que se dibuja la democracia estadounidense.